¡Buena ventura!

Leo la noticia desde el otro lado de otros mares, cerca del cabo Finisterre, donde se unen y mezclan las aguas del Atlántico con el Cantábrico, sitio en el que desde la época romana hasta Cristóbal Colón se creía que la tierra se acababa, famosa por la Costa de la Muerte, con sus acantilados, arrecifes, naturaleza salvaje y mar bravío y misterioso donde, cuenta la leyenda, está sepultada el arca de Noé, siendo estas costas cementerio de navíos, incluyendo algunos de la famosa Armada Invencible .

 

Sí. Me emociona leer que Buenaventura ha logrado pasar un mes sin muertos... Hace dos meses estuve. Como lo dije en otra columna, desde el hotel Estación todo es armonía, y presenciar esos atardeceres, en los que el sol como una bola de fuego se va escondiendo en el mar, es un regalo de Dios.

 

Almorcé ese día con unos bonaverenses, cuya sola historia de desplazamientos y miseria daría para novelas de horror, y recorriendo la ciudad me señalaban todas las calles en las que el que se atreve a entrar no tiene esperanza de salir vivo... Prácticamente toda la ciudad, menos el sector portuario, que es una especie de fortaleza inexpugnable, por donde entran y salen mercancías, y billones de pesos diariamente.

 

Me contaron sobre los “piques”, cómo a la víctima la amarran en un asiento y al lado ponen un balde para ir arrojando las partes: dedos, manos, brazos, cabeza... Cómo reparten todo en costales diferentes y al anochecer los tiran en diferentes sitios aprovechando la marea, a sabiendas de que el mar los devolverá a tierra tarde o temprano.

 

Al fin el Gobierno entendió que no es solamente a punta de militarización que se logra la tranquilidad, sino que lo más importante es la inversión en educación, salud, infraestructura y fuentes de empleo.

 

Los bonaverenses son gente cálida, alegre, sana. Tienen el alma llena de música y ritmos ancestrales... Han logrado sobrevivir siglos de opresión y abusos, abandono y segregación, pero jamás han perdido su cultura.

 

Toda la tragedia de Buenaventura se debe al abandono sistemático de los gobiernos centrales, departamentales y municipales, quienes durante siglos han explotado el puerto sin tener en cuenta su gente.

 

A Buenaventura se la han robado el 99% de sus funcionarios desde Colón hasta ahora. La violencia no es gratuita, es fruto de la rabia, de la falta de oportunidades, de la pobreza, de la frustración de verse condenados a vivir en situaciones infrahumanas, sin agua, sin alcantarillado, sin futuro.

 

No tengo ni idea quién será el próximo gobernador del Valle, pero el que salga tiene la responsabilidad de ayudar al puerto. Lo mismo su próximo mandatario municipal. Y el gobierno central, la obligación de seguir invirtiendo en lo fundamental.

 

Buenaventura no tiene por qué seguir siendo la vergüenza del Pacífico suramericano, ni sus habitantes los más abandonados y estigmatizados de Colombia .

 

PD. Así como en Tumaco las promesas de Santos se están cumpliendo, exigimos los vallecaucanos que se le cumpla a Buenaventura. Sin dignidad jamás podrá existir la paz ni la convivencia. Todo lo demás es blablablá...