En menos de una semana Cali se vio golpeada por la muerte súbita de dos hombres visionarios y únicos, extrañamente marcados por un mismo destino. Dedicaron sus vidas a la educación profesional de hombres y mujeres, a darles todas las oportunidades para que pudieran formarse y convertirse en líderes a nivel regional o nacional. Dedicaron sus vidas con pasión y visión a esta tarea, y lo lograron.
Uno fue el sacerdote franciscano Luis Javier Uribe, quien dejó huella como rector del colegio Pío XII y posteriormente fundó la Universidad San Buenaventura en Cali, llevándola a los máximos niveles académicos. Capellán de la Casa de Nariño durante la presidencia de Virgilio Barco.
El otro, Hugo Lora Camacho, vallecaucano raizal, abogado de la Universidad del Cauca en Popayán, quien fundó el FES (Fondo para la Educación Superior) para canalizar los aportes de entidades extranjeras que llegaban a la Universidad del Valle, revolucionando así el sistema de oportunidades educativas para los sectores menos favorecidos, patrocinando la formación de profesionales, modelo que fue copiado en varias fundaciones nacionales y de otros países. Fue cofundador de la Fundación Valle del Lili, actualmente reconocida como una de las mejores clínicas de Suramérica, y presidía el Consejo Superior de la Universidad Autónoma de Occidente.
Dos líderes visionarios, víctimas de la envidia y la malquerencia de sus propios coterráneos que no pudieron resistir el éxito y triunfo de estos dos hombres forjados únicamente por la disciplina rigurosa, el estudio y la entrega absoluta a su vocación.
La llamada “Orden del Bramadero” de la capital del Valle, constituida básicamente por hacendados que heredaron tierras de sus antepasados y siguieron dedicados al agro o a la política formando un círculo elitista y cerrado (esto ha cambiado con los años, afortunadamente), no vio con buenos ojos estos triunfos. Empezaron los rumores, los chismes y la mala leche se fue expandiendo, calumnia que algo queda.
El sacerdote Javier Uribe, acusado vilmente por unos compañeros ensotanados, llegó a entregarse voluntariamente a la justicia. Salió inocente de todo cargo, pero ya la herida profunda jamás cicatrizó y se alejó de sus actividades, siempre digno con la frente en alto, pero con una tristeza infinita en su mirada. Jamás un reproche, jamás una queja, su vida se fue apagando poco a poco.
Hugo Lora Camacho, también víctima de rumores y acusaciones sin sustento. Renunció en silencio, digno de seguir dirigiendo la fundación creada por él, se alejó de las numerosas juntas directivas que solicitaban sus opiniones y posteriormente aceptó ser presidente del Consejo Superior de la Universidad Autónoma de Occidente. Amigo de sus amigos, cálido, siempre sonriente, sin dejar ver la herida trapera y mortal que había recibido y que jamás cicatrizó.
En soledad estos dos líderes irrepetibles nos dejaron para siempre. El Valle del Cauca y Cali quedarán siempre en deuda con ellos. Llevaron al departamento y a la ciudad a tener la máxima calidad educativa. Los que tuvimos la fortuna de conocerlos y ser sus amigos siempre los llevaremos en el alma, pero sintiendo esa vergüenza de pertenecer a una comunidad caníbal que no perdona el éxito de los demás.
Posdata. Luis Javier Uribe y Hugo Lora Camacho, gracias por haber existido y dejarnos un legado invaluable en educación, cultura y salud. Paz en esa nueva dimensión. A lo mejor ya se reunieron y nos miran desde lo alto con compasión. A ver si somos capaces algún día de cambiar.
Posdata II. Se tardaron cuatro años en entender los gringos que Trump es un sociópata. Aquí llevamos 18 con otro y no hemos caído en la cuenta. Algo va de EE. UU. a Macondo.
