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Cali sitiada

Aura Lucía Mera

23 de febrero de 2009 - 09:05 p. m.

SITIAR LA CIUDAD: “CERCAR UNA ciudad, plaza o fortaleza para atacarla o apoderarse de ella”. Diccionario Larrouse Ilustrado.

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Tomo la definición exacta del diccionario para describir la realidad de lo que sucede en Cali y en el departamento del Valle. El resto de Colombia parece no haberse dado cuenta, porque en este país, confederado de hecho, ningún departamento se entera ni le interesa un bledo lo que sucede en el otro. Nos enteramos de las matanzas de los indígenas awás como si fueran de Marte, de las fosas encontradas en lo profundo de la selva también como si sucedieran en otras latitudes remotas, de las atrocidades contra sindicalistas de Santander sin sentirnos que son parte nuestra, y así en todos los aspectos.

Por eso informo en este diario nacional sobre la realidad de este departamento y su capital. Informo. No más. No tomo partido, porque el único partido que puedo tomar es el del terror.

Cali y su departamento están sitiados, rodeados, tomados por diversas mafias. Y lo peor es que no existe ninguna salida próxima. Hablo de Cali. Existen: la Mafia de los Remates: unas 12 personas lideran este cartel de los inmuebles rematados. “Pirañas” que viven a la caza de viviendas embargadas, y sus deudores no solamente pierden toda posibilidad de recuperarlas, sino que muchas veces son obligadas a abandonarlas víctimas de amenazas. Estas “pirañas” se mueven como peces en el agua por juzgados y notarías. Como reconoce uno de ellos: ”Ya me conocen. Lo que no es para mí no es para nadie…”.

El Cartel de Los Ejidos. Predios del municipio que se venden, se compran y se manipulan con la alcahuetería de funcionarios municipales, y el que trata u osa desenmascararlos la paga con su vida.

El Cartel del Hospital Departamental, que vive uno de sus peores momentos debido a la politización instaurada por el cuestionado gobernador Abadía, que está funcionando casi sin abastecimientos, plagado de bacterias y diversos “cocos” mortales, y con la presión casi sicarial de los nuevos “dueños“ de la institución. Léanse fichas impuestas por el senador Martínez y su pupilo Abadía.

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El Cartel de las Empresas Municipales, que ya está apagando literalmente las luces del Museo de Arte Moderno La Tertulia, del Teatro Jorge Isaacs,  ahorcando el Ancianato San Miguel. Cartel que además ahora trata de lavarse las manos (aunque la ciudad esté sin agua) respecto a la cloaca en que se convirtió el río Cauca y de donde se supone se extrae el agua para la ciudad.

El Cartel de la CVC, el de AcuaValle, el de la DIAN, el de la estación de Transferencia de las Basuras, el del MIO, el de Catastro, el de SÍ CALI, que ya pudieron desmontar en Barranquilla, pero parece que el nuestro está ahora en manos del Consejo de Estado que puede dilatarlo hasta que San Juan agache el dedo. El de Emsirva… seguiría hasta el infinito. El Valle del Cauca cayó bajo el poder absoluto e incuestionado del senador Carlos Martínez, su pupilo del alma el gobernador Juan Carlos Abadía y el alcalde Ospina, quien trata de sobreaguar debatiéndose entre la honestidad y la incapacidad de tomar decisiones; hacen de nuestro departamento y su capital un territorio sitiado, sin futuro y atado con nudos marineros que ningún valiente osa tratar de desatar porque peligran su vida y la de sus familiares. Y el Gobierno Nacional sigue haciéndose el de la vista gorda… porque a la hora de una reelección esos voticos son decisivos. Apaguemos del todo la luz y vámonos.

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