EN UN EXCELENTE LIBRO, EDITAdo por Panamericana Editorial, ya de venta en todas las librerías del país, Mauricio Sáenz, periodista de tiempo completo, jefe de redacción de la revista Semana, nominado al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1995 y ganador del Premio Nacional de Periodismo CPB en 2009, nos recuerda la historia del caudillismo en América Latina.
“Tal vez la contribución más colorida y pintoresca, pero también la más siniestra a la historia de la política mundial” y nos demuestra cómo en estos docientos años de Independencia “hemos vivido más tiempo bajo la férula de estos personajes desdeñosos de las instituciones, que administrados por presidentes obedientes de las normas y dispuestos a aceptar las limitaciones que la democracia impone a sus gobernantes”.
Santa Anna en México, amputado de una pierna en una batalla contra los galos, caudillo clásico que gobernó durante casi todo el siglo XIX, quien fue endiosado, hasta el punto que su extremidad fue objeto de veneración y honras fúnebres, para terminar posteriormente siendo exhumada, quemada y “linchada”, como venganza por haber perdido Texas ante los gringos.
Rodríguez de Francia, el paraguayo que consiguió aislar su país del resto de la civilización, fundiéndolo en el corazón de Sur América, dueño absoluto de todos los poderes, quien se dirigía a los indios guaraníes en latín y se metía en las intimidades conyugales al punto de mandar a ejecutar al marido de su hermana por casarse sin su permiso, y al cura que los había casado. El ciudadano que se cruzaba con él en la calle debía girarse inmediatamente y darle la espalda, amén de cerrar las puertas y ventanas de sus residencias.
García Moreno, caudillo ecuatoriano, perpetuado en el poder hasta su asesinato. Terminó en cadáver momificado e instalado en el solio presidencial, maquillado en forma grotesca, mientras el pueblo desfilaba para honrarlo.
Rosas en Argentina, dueño y señor del país, aficionado a recoger locos en la calle y llevarlos a su casa para que gritaran obscenidades delante de sus invitados. Logró hacer de Argentina su fundo, hasta el punto de uniformar la sociedad con el color rojo de los federales, para terminar exiliado, olvidado y abandonado en Inglaterra, vilipendiado hasta la actualidad.
Ubicó en El Salvador a quien obsesionado por combatir todo lo que sonara a “izquierda”, prohibió tajantemente pronunciar la palabra “obrero”. En su reemplazo sólo se autorizó la palabra “empleado“. Se consideró el Napoleón de Centroamérica, hasta que finalmente encontró su Waterloo.
Juan Vicente Gómez en Venezuela, los Somoza en Nicaragua, Trujillo en la República Dominicana, son algunos de los caudillos de este estupendo libro. Nos invita a reflexionar sobre el gen que llevamos impreso y el resurgimiento del caudillismo en la actualidad: Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega, Hugo Chávez y, por qué no, Álvaro Uribe, detenido a tiempo en sus intenciones de perpetuarse en el poder.
Es deber de todo suramericano estar alerta de esta adicción incurable y “sólo por hoy” impedir a toda costa que volvamos a recaer en ese periodo oscuro y sangriento que quiere de nuevo resucitar. Bien por Mauricio Sáenz y su “recorderis”. A leer Caudillos.