Colombia cambió

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Aura Lucía Mera
31 de diciembre de 2019 - 05:00 a. m.
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Hoy 31 se quemarán los muñecos, se llenará el cielo de luces de colores, se encenderán fogatas y abrazos, besos, lágrimas y apretones serán el común denominador de la noche. Una noche que despedirá este año inolvidable y que permanecerá en el recuerdo colectivo. El año en que todo cambió.

Colombia no será la misma. Latinoamérica no será la misma. Años de neoliberalismo y capitalismo salvaje terminaron por rebozar la copa y la paciencia callada y sumisa de millones de ciudadanos de diversos países, que sin ponerse de acuerdo y originándose las protestas por diferentes motivos puntuales, tuvieron todas ellas un mismo común denominador. Un silogismo al revés, pero sucedió. Descontento, no precisamente de las clases socioeconómicas menos favorecidas, sino de una clase media y una juventud que ya no tragan entero y exigen soluciones y cambios de fondo en la estructura política de cada país.

Me concreto en Colombia. Los cacerolazos seguirán, a pesar de que la vicepresidenta diga que todo viene promovido por Rusia, incluso la marca de las ollas, cucharas y cacerolas —ojalá nada le suceda al subpresidente Duque porque caeríamos en manos de aquella que no solo habla mucho, sino que tiene el privilegio de no atinar una, para récord Guinness—. Que Putin está detrás de todo, con la complicidad del santochavismo, etc. A propósito, gracias presidente Santos. Gracias porque cientos de seres humanos, hombres, mujeres y jóvenes, a raíz de la firma de la paz, la JEP y la Comisión de la Verdad, han podido reintegrarse a la vida civil y contribuir al desarrollo y progreso de esa Colombia olvidada. Proyectos agrarios, artesanales y educativos se están desarrollando por antiguos combatientes que encontraron otro sentido de la vida y otra brújula.

Sugiero leer un librito maravilloso que cayó en mis manos, regalo de una nieta que conoce mi adicción a la lectura. Se titula El pensamiento del corazón, escrito por James Hillman, psicólogo y analista junguiano, quien fue determinante en universalizar la escuela arquetipal de la psicología analítica, director del Instituto Jung en Zúrich. Escuela que destaca “la urgencia de hacer retornar el alma al mundo, para así poder sentirnos parte de él y entablar una relación más íntima y profunda con nuestro entorno”.

“El mundo es ahora objeto de un enorme sufrimiento y presenta una serie de síntomas graves y llamativos de los cuales se defiende del colapso (...) Robert Sardello, colega y amigo mío, escribe: ‘Los nuevos síntomas son la fragmentación, la especialización, la maestría, la depresión, la inflación, la pérdida de energía, las jergas y la violencia. Nuestros edificios están anoréxicos; nuestras, empresas paranoicas; nuestra tecnología, neurótica’”(El pensamiento del corazón, James Hillman).

Tenemos que abrir de nuevo el corazón y la psique al mundo exterior, y formar parte del despertar del anima mundi e integrarnos. Somos parte del universo y al alejarnos de él y concentrarnos en nuestros pobres y propios “yos” no solo lo estamos matando, sino que nos estamos matando a nosotros mismos, física y emocionalmente.

Se llegó la hora de despertar el corazón. Mañana, 2020, podemos iniciar nuestra propia revolución interior para sacarla al exterior. ¡Feliz década!

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