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Columna trasnochada

Aura Lucía Mera

31 de mayo de 2022 - 12:30 a. m.

El domingo es mi deadline para enviar la columna que estoy escribiendo. Así, ni la bruja que delató a Matamba me puede ayudar a saber quién resultó electo. “En la penumbra vaga de la pequeña alcoba”, como canta el bambuco, escribo a ciegas. Cuando la lea el martes sabré cuál de los tres tristes tigres fue el ganador. Para ser honesta conmigo misma, reconozco que me da igual. Si Fajardo no quedó, pues no me siento identificada con ninguno. Así que seguiré, como dijo un poeta, dedicada a mi corazón y mis asuntos, o sea, a vivir el día y seguir practicando los 12 pasos de Alcohólicos Anónimos, que me dan fuerza espiritual para tener controlados mis demonios interiores y me procuran paz interior.

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Cada uno tiene sus metas y programas. Ojalá que los puedan cumplir en la medida en que sean realizables. Lo único que verdaderamente me importa es la paz. Nos la merecemos. Es un derecho fundamental. No me canso de repetir que no podemos seguir asesinando y regando el país con sangre, que no podemos con más mentiras, que no podemos con más corrupción, que necesitamos programas educativos, empleos y equidad.

El próximo mandatario recibirá un país hecho trizas, con la polarización y la rabia enquistadas hasta la médula de los huesos, con impunidad rampante. Un país desmechado, lleno de rabia. La soberbia e incompetencia de este cuatrienio nos dejaron en los rines. Si no caemos en la cuenta de que tocamos fondo, pues el fango nos seguirá chupando, porque el fondo no tiene fondo, a menos que lo aceptemos y decidamos como país salir del lodazal.

He pensado mucho por qué no comulgo con ninguno de los favoritos. Simplemente, para no meterle “Beethoven al bambuco” y ponerlo en palabras simples, porque ninguno tiene lo que se llama en psicología “principio de realidad”. Cada uno está exagerando promesas, sacando conejos del sombrero del mago, sin tener sombrero ni conejo, y compitiendo a lo que dé el tejo sin tener el país en la cabeza. Ninguno tiene talla de estadista y todos están de chulos sonrientes, tratando de ganar adeptos a como dé el tejo.

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Bajemos el tono. No empecemos a oponernos a todo. Dejemos de criticar por criticar. Siempre escuché que si no tenemos más que un limón, pues hagamos una buena limonada y no aspiremos a jugo de lulo ni de maracuyá. La aceptación es una palabra poco conocida en nuestro país. Es más fácil matar, calumniar y enlodar que aceptar y conciliar. Estos dos verbos son muy pero muy importantes ahora que, por cosas de la política dinámica, estamos caminando en el filo de la navaja.

El mundo sigue girando, los árboles nos siguen mirando y dándonos oxígeno, las flores siguen inundando el planeta de colores, las mariposas volando. Abramos el corazón a la reconciliación y al amor, y unámonos. Arranca una nueva era. Todos los días sale el sol.

P. D. Ya se acabaron los cientos y cientos de chats llenos de especulaciones, consejas, diatribas... Ya voy a borrar uno por uno y a limpiar mi WhatsApp de tanta sabiduría, qué felicidad. Ya pertenecen al pasado. Vamos a ver los que llegan.

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