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Aura Lucía Mera
15 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
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He mordido pilotos, aterrizado amarrada porque quería abrir la puerta de emergencia y volarme literalmente del avión una noche turbulenta Miami-Nueva York.

Clavé mis colmillos en el brazo de un gordiflón mofletudo que me lo ofreció amablemente para tratar de calmarme durante un aterrizaje movido; recuerdo todavía sus alaridos cuando se percató que de su piel salía un chorro de sangre... “Auxilio, esta loca me mató”.

Cuántas veces, mirando desde la ventanilla la pista que pronto desaparecería de mi vista para remontarme entre nubes, lloré de desesperación, despidiéndome mentalmente de todos mis seres queridos. Cuántos gritos cada vez que entrábamos en turbulencia. Cuántos cigarrillos fumados apenas desaparecía el letrerito de “no fumar”. Cuántos vodkas a pico de botella mientras entraba la nave en un cumulonimbus.

En una ocasión, estando en la cabina invitada, al aterrizar en Cali el avión se salió de la pista y siguió dando botes por los potreros. Se encontró una vaca y se detuvo en seco. Saltar por la puerta, nécessaire en mano y tacones altos, correr hacia la salvación y devolverme al acordarme de que mi mamá todavía estaba dentro.

Sudores fríos, taquicardia, arrepentimiento de todos los pecados cometidos y por cometer, promesas al Niño Jesús de Praga. En fin...

Toda una vida vinculada a Avianca. Desde los DC3, los DC6, el Constellation, el Súper Constellation, el primer jet, el Jumbo... la aerolínea está ligada a mi vida; metida en mi ADN. Muy pocas veces le he sido infiel. Alguna vez Iberia, Air France, American y KLM. Pare de contar. Avianca para bien o para mal, como en cualquier matrimonio que se respete. Así haya peleado con “las chicas del counter”, blasfemado por demoras inexplicables, denunciado abusos, reconozco que me une una relación tan larga como mi uso de razón.

Leo el reportaje a Fabio Villegas, ya despidiéndose de la aerolínea, y siento una tristeza que no podría definir. Es casi la misma que ver partir un ser querido sabiendo que no volverá. Fabio Villegas en la presidencia de Avianca era como tener un papá responsable en quien confiar; saber que se estaba en buenas manos.

Efromovich no hubiera logrado los éxitos que actualmente tiene Avianca, posicionada como una de las mejores aerolíneas del continente, sin la presencia de este funcionario honesto, visionario, apasionado en su trabajo, conocedor de las fortalezas y debilidades de la empresa, afable, incansable, confiable.

Le deseo lo mejor en sus nuevos derroteros. Lo digo de corazón, como una viajera más, sin prebendas ni tarjetas doradas. Le agradezco su esfuerzo titánico y el haber llevado a los cielos del mundo con orgullo el nombre de Colombia.

 

Posdata: aclaro que ya no muerdo ni lloro ni grito... me tomo un Xanax y continúo volando en Avianca cada vez que puedo, en mi imparable pasión gitana por viajar.

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