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A finales del siglo XIX la Policía Nacional de Colombia se estableció como una organización civil encargada de la seguridad pública, dependiente del Ministerio de Gobierno. Desde entonces han pasado más de 100 años y mucha agua ha corrido bajo el puente. La institución ha experimentado transformaciones, ha incrementado su preparación académica, ha asumido nuevas responsabilidades y ha mantenido una disciplina férrea.
Desde sus inicios con 300 gendarmes residentes en Bogotá, de libre nombramiento y remoción, la institución ha crecido y se ha extendido por todos los rincones del país. Actualmente cuenta con casi 200.000 miembros, una cifra que puede parecer pequeña para un país de 50 millones de habitantes.
La Policía Nacional es una institución que a menudo es ignorada por la opinión pública, criticada y casi sin defensores. Parece que nos hemos acostumbrado a ver como parte del paisaje a estos seres humanos a quienes exigimos tanto. Los vemos en sus motos, dirigiendo el tráfico o interviniendo en accidentes y atracos.
A menudo son irrespetados por una ciudadanía que no acata ninguna regla y cuyo común denominador se ha vuelto la intolerancia. Pocos pensamos en aquellos que han dado su vida cumpliendo su misión. Desde 2012 hasta 2022 han asesinado a más de 1.000 uniformados y más de 13.000 han resultado heridos, muchos de ellos mutilados o discapacitados de por vida.
Rara vez pensamos en sus familias: las viudas y los hijos que quedan huérfanos y a la deriva. Se convierten en estadísticas y escondemos la cabeza como el avestruz. Los policías que ignoramos son los encargados de allanamientos, capturas de organizaciones delictivas, incautación de drogas, rescate de secuestrados, operaciones antinarcóticos y muchas otras tareas cuya lista sería casi infinita.
Por eso mismo, por esa indiferencia, quiero hoy felicitar y destacar la labor maravillosa que realiza la Fundación Corazón Verde desde hace más de 20 años. Fue creada por empresarios sin ánimo de lucro para promover la solidaridad con las familias de los miembros de la Policía Nacional fallecidos en actos de servicio.
Destaco los programas de ayuda en viviendas, becas y auxilios educativos, así como los reconocimientos a los policías más destacados. Este año los premios fueron para Andrés Camilo Ramírez Rodríguez por su heroísmo en el municipio de Yondó (Antioquia) y para Kelly Rodríguez Elis, quien desarticuló una red delictiva de trata de niñas para explotación sexual en el barrio Santa Fe, en Bogotá.
El proyecto estrella de Corazón Verde se llama Alimentarte, cuya feria, eventos y foros gastronómicos generan recursos para la realización de los programas. En estos eventos participan más de 200 restaurantes y asisten casi 200.000 personas.
Los invito a conocer más de cerca la Fundación Corazón Verde e integrarse. Es lo mínimo que podemos hacer por estos seres que se dedican a protegernos y hacer posible la convivencia pacífica en este caos de país. Hay que respetarlos y admirar esta vocación de servicio muchas veces a costa de sus propias vidas.
