Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El pasado viernes se celebró el centenario del nacimiento de Alfonso Ocampo Londoño, uno de los hombres más importantes que tuvo Cali. En aquellos tiempos, cuando Cali era Cali, la ciudad lideraba en Colombia en educación, salud, cultura, deporte y progreso.
Nacido en Manizales a comienzos del siglo pasado, Ocampo Londoño estudió Medicina en la Universidad de Antioquia. Posteriormente, perfeccionó su carrera profesional con una especialización, un máster y un doctorado en las universidades de Harvard, Cornell, Columbia y del Valle. Cuando falleció a sus 92 años, Mario Fernando Prado escribió un hermoso artículo en el que decía: “Algo habrá hecho el médico Alfonso Ocampo Londoño para que después de su muerte todos a quienes se les pregunta digan que se trataba de un hombre inigualable y comprometido, que entregó su vida a la educación y salud de su país y su región”.
Ocampo Londoño fue un emprendedor incansable y un seguidor de sus sueños. Como médico, fue jefe del Departamento de Cirugía y director del Hospital Universitario del Valle, dejando una huella imborrable. Posteriormente fue rector de la Universidad del Valle en su época dorada, cuando las fundaciones Rockefeller y Ford la apoyaron y catapultaron técnica y profesionalmente. También fue gestor de la nueva sede universitaria en Meléndez gracias a la donación de un millón de metros cuadrados por los hermanos Garcés Giraldo.
En aquellos tiempos Cali estaba en ebullición. Era la sede de los Juegos Panamericanos. La Tertulia iniciaba sus famosos festivales de arte gráfico. Se construía la nueva sede de la Universidad del Valle. La Fundación Valle del Lili daba sus primeros pasos. Fue una época irrepetible en la que dejó de ser una parroquia para transformarse en ciudad. Las empresas multinacionales se asentaban en el departamento, se respiraba progreso, civismo, cultura y seguridad.
Pero Ocampo Londoño no se conformó con hacer realidad la nueva sede. Creó una alternativa educativa para los empleados de compañías ubicadas en el centro, oriente y norte de la ciudad, para acercar y facilitar el acceso universitario. Esta alternativa se llamó Corporación Universitaria para el Desarrollo Empresarial y Social (Cudes). También estuvo detrás de la creación del Icesi, actualmente una de las mejores universidades del país, y fue su rector durante 13 años en esa bellísima sede, ícono arquitectónico de Cali. Además tuvo tiempo para ser director del Icetex, agregado educativo en la OEA, presidente del Club de Ejecutivos, ministro de Educación, de Salud e infatigable lector.
Tuvo dos matrimonios y ocho hijos en total, todos inteligentes y emprendedores. Se puede decir que Alfonso Ocampo fue un tsunami que dejó huella indeleble como médico, educador, marido, padre y amigo. Su biblioteca en la casona Guadalquivir, donde vivió con María del Pilar Navia, su segunda esposa, era un recinto sagrado e imponente. Lo recuerdo vital hasta los últimos días de su vida. Jamás se doblegó, sus sueños se cumplieron y Cali se transformó.
Por eso duele ver la ciudad actual: incendiada, invadida, insegura y sucia, llena de resentimientos y polarizaciones. ¿Dónde quedó el civismo? ¿Por qué se esfumó la solidaridad? ¿En qué huracán se perdió la cultura?
