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A través del enorme ventanal diviso Subachoque, enmarcado por colinas verdes, eucaliptos, sembradíos de papa y fresas. El sol se va desvaneciendo en naranja. Ítaca es el nombre de la casa, en homenaje a Cavafis, cuyo poema inmortal está tallado a la entrada en una lámina oxidada color cobrizo, permitiendo el paso de la luz por la noche. En este caso, contrariando a Ulises, su propietario inicia el viaje “lleno de aventuras, lleno de experiencias”.

Su enorme biblioteca me recibe con un tesoro que daba por perdido. Aracataca Estocolmo, el único relato escrito del periplo de Gabriel García Márquez en Suecia cuando fue a recibir...

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