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Desde la mitad del mundo

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Aura Lucía Mera
20 de marzo de 2012 - 01:00 a. m.
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Aterrizar en Quito, en esta época del año, es encontrarse con la luz del equinoccio.

El corredor andino con sus cumbres nevadas, mostrando sus caras silenciosas e imponentes. Un cielo azul que deslumbra y ese sol que cae perpendicularmente. Los aviones pasan casi raspando los techos para aterrizar en la mitad de la ciudad, pero los asiduos a este país ya sabemos que logran frenar sin ningún contratiempo. Siempre he dicho, y lo repito, Ecuador es un País Boutique . Nevados, selvas, ríos tremendos, volcanes que explotan como luces de bengala, playas de acantilados verticales y de arenas rosadas.

Lo que no se respira tranquilo es el ambiente político. El Gran Hermano, El Rey, por estos días en Turquía vendiendo plátanos, cada vez causa más escozor y suspicacia. Fuera de los áulicos, los funcionarios gubernamentales y todos aquellos que se están forrando con la corrupción rampante, el lavado de dólares y otras yerbas non sanctas, la cosa se le está poniendo color de hormiga, como se dice vulgarmente.

Primero, el perdón otorgado al periodista Emilio Palacio, a los dueños de El Universo y a los autores de El Gran Hermano, como si fuera un dios omnipotente que condena o absuelve. Esto ha dado tanto para criticas, como para burlas, caricaturas, anécdotas. Luego viene su show con la reunión de los presidentes en Cartagena. Que si a Cuba la invitan, que si él va o no va, que si el imperialismo, que si patatín y patatán... Hasta que el presidente Santos, ya aburrido de la filigrana diplomática que le ha tocado labrar, comentó: “Si no viene es problema de él”. Y así están las cosas. La ciudadanía furiosa por este berrinche, y El Supremo en sus trece. Hasta Evo asistirá.

Otra pata que le sale al gato es el monumento en honor a León Febres Cordero, q.e.p.d., presidente del Ecuador y alcalde de Guayaquil durante varios años, quien logró darle el empujón a este puerto del Pacífico para que se convirtiera en una ciudad bella, pujante, agradable, sofisticada y cívica. Anteriormente era un Buenaventura, pero con más cucarachas, grillos y caos. Resulta que El Supremo y su cohorte no aprobaron la instalación del monumento. Pues Jaime Nebot, actual alcalde de Guayaquil, aprovechando la visita turca del rey, en plena noche y con operativo de seguridad, la instaló. Es reconocida la pugna violenta y eterna entre Nebot y Correa. Esto está para alquilar balcón.

Se acaban de clausurar todos los casinos, legales e ilegales. Más de tres mil personas sin empleo. A la calle. Órdenes de Supremo. Aquí ya nadie juega a no ser su propio pellejo, la inseguridad aumenta. Y si le sumamos la marcha indígena, que ya se acerca al palacio de Carondelet, y que no ha sucumbido frente a los regalos y la comida que le ha proporcionado El Supremo a última hora, pues el palo no está para cucharas.

Parece que ya está lista la trampa para las nuevas elecciones. Ojalá la oposición se una como en Venezuela, y Ecuador logre alejar del poder a este hombre violento, despótico y arrebatado. Por lo demás, este país sigue siendo uno de los más bellos del universo.

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