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Su examigo García-Peña, quien lo acompañó en las buenas y en las malas, afirma que un déspota de izquierda es simplemente un déspota.
Muchos creen que es un personaje con gran complejo de inferioridad y por lo tanto actúa como un reyezuelo. Otros creemos que simplemente está jugando al dictador. A lo mejor mentalmente no ha salido del monte. Al que vive mucho tiempo en la maleza, algo se le pega, qué vamos a hacer.
Obviamente me refiero a Gustavo Petro. No sé en qué mala hora a Bogotá, que ya venía despedazada por Samuelito, como carne desmechada, se le ocurrió elegir a este personaje como alcalde, botando al traste la única opción que tenía para recuperarse: Enrique Peñalosa. Los cachacos futufos, los que se comen las palabras y se creen paridos por el Espíritu Santo directamente, no le perdonaron lo del Country, ala, y se dejaron embolatar, mientras que “los demás”, o sea la mayoría, decidieron castigar la “oligarquía” de Peñalosa y apoyar un populismo de izquierda.
Improvisaciones, cortinas de humo, destituciones a dedo, componendas por debajo de cuerda. No en vano Navarro Wolff y García-Peña se abrieron cuando se dieron cuenta de la realidad. Que Bogotá salía de “Guatemala” para entrar en “guatepeor”.
Lo que está haciendo con la plaza de toros La Santamaría es la muestra más clara de las cortinas de humo. Sabe de sobra que los que somos aficionados a la Fiesta Brava somos una enorme minoría. Es un espectáculo visceral que se ama y se lleva en la sangre, o se odia. Pero la revocación del contrato de la plaza, Petro lo sabe muy bien, da votos y recoge aplausos. Ciudadanos de todas las edades y condiciones se quedan tan tranquilos con los asesinatos, el sicariato, los desplazados y los problemas serios que vivimos, comen carne, pollo, cerdo, pero se escandalizan porque el toro de lidia, nacido para pelear, dé su pelea en una plaza. De todas formas va a morir: como el pollo deshuesado, los vacunos, los porcinos. Sólo que el toro de lidia, tan antiguo como la misma humanidad, tiene la oportunidad de morir en su ley, dando la pelea, mostrando su temple, su casta. Este acto de dictador de pueblo es una simple muestra de que seguirá haciendo lo que le dé la gana con Bogotá.
Desde que se posesionó no ha hecho más que dar bandazos. Ebrio de soberbia y torpeza. Si le llegan a poner el alcoholímetro del ego, tendrían que quitarle la licencia de dirigir cualquier vereda de por vida. Como decimos en Alcohólicos Anónimos, se trata de un ser con un ego inflado que esconde su complejo de inferioridad. Está borracho de poder.
Me pregunto hasta cuándo Bogotá le seguirá soportando sus arbitrariedades. Si se lo van a “mamar” hasta que se le acabe el período, o si van a despertar y reaccionar antes.
Ojalá que los altos tribunales se pronuncien al respecto de esta torpe decisión. La plaza de toros La Santamaría es para celebrar corridas de toros. Punto. Los que quieran, que asistan. Los que se desmayan ante “la crueldad”, que no asistan. Vamos a ver qué pasa con el fútbol, ese sí deja muertos; con el boxeo, que deja bobos; con los gallos de pelea. Amanecerá y veremos. El mundo es redondo, y el Planeta de los Toros seguirá reinando cuando el reyezuelo haya sido destronado y puesto en su lugar.
