Rey, reina, caballos, alfiles, peones... Así estamos desde la Colonia.
Una aristo-democracia hispano-afro-chibcha en la que los descendientes de aventureros españoles, de ingleses mercenarios que combatieron con Bolívar, de nativos y africanos traídos en condiciones infrahumanas, se mezclaron a su antojo, en desorden, siendo los aventureros españoles los que, alcahueteados por la Iglesia católica, se apropiaron del botín, creando castas y “clases sociales” que desde el inicio dibujaron el mapa de la desigualdad y la inequidad.
La lucha por el poder político, económico y la tierra ha sido el común denominador de nuestra historia. Basta repasarla. El dinero y el poder político rotularon para siempre a los pobladores: “Clase alta, clase media, clase pobre, indígenas, negros”. Rey, reina, caballos, alfiles, peones. Cada cual en su sitio y prohibido usurpar el puesto del otro. Condenados a su círculo sin derecho al ladrido. Partido único, el Conservador. Blasfemos y excomulgados los pioneros del liberalismo. Muertos y violencia. Al fin de tanta sangre, un Frente Nacional que sirvió para repartirse el botín cada cuatro años, abriéndoles la puerta al clientelismo y la corrupción, acabando de paso con empresas tan importantes como la Flota Mercante Grancolombiana, Telecom, Seguros Sociales...
El Concordato con la Iglesia no sólo tenía efectos eclesiásticos sino civiles. El divorcio estaba prohibido. Sólo la “clase alta” podía comprar la anulación del sacramento para poder rehacer sus vidas de pareja. Los pobres, al infierno. Las mujeres estaban obligadas a cumplir el “débito conyugal”, o sea, estar siempre dispuestas a “recibir a su marido” en el lecho, así llegara borracho o en condiciones agresivas. Los hombres eran absueltos si mataban a su pareja bajo la justificación de “ira e intenso dolor”. Para la mujer adúltera no había posible perdón. Los homosexuales estaban condenados a vivir dentro del clóset para siempre u obligados a llevar una doble vida.
Las guerrillas surgen como protestas sociales. Sus ideas no son bienvenidas dentro de los partidos tradicionales. No tienen cabida. Punto. El Eln en sus inicios tiene apoyo de los curas rebeldes que quieren ayudar a combatir la inequidad monstruosa. A las Farc las inaugura oficialmente Guillermo León Valencia bombardeando Marquetalia.
Con la llegada del narcotráfico todo se prostituye. Nacen los “nuevos ricos-traquetos”. Casas ostentosas, mujeres siliconadas, personajes siniestros con cadenas de oro al cuello. Eln y Farc también caen en este remolino. Pierden su norte. Los políticos ídem. Nace el paramilitarismo, el Ejército se unta con los falsos positivos. Un partido nuevo, la UP, es masacrado casi en su totalidad. No tiene cabida. Punto. Rey, reina, caballos, alfiles, peones.
Estamos en las mismas. No importan los muertos, ni la sangre derramada, ni la esperanza de la paz. Los políticos siguen jugando su ajedrez diabólico. El pueblo no importa. Las marchas se convierten en parte del paisaje. Rey, reina, caballos, alfiles, peones. Lo importante de este ajedrez diabólico es quién dará el jaque mate. Sin importar cuánta sangre cueste, ya la tierra y los ríos están acostumbrados a recibirla.
Posdata: presidente Santos, ni un paso atrás. En esta coyuntura, usted es el ajedrecista que logrará el jaque mate sin que se derrame una gota más de sangre.