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El huevo de oro

Aura Lucía Mera

12 de octubre de 2009 - 08:01 p. m.

ESCUCHÉ EN UN NOTICIERO QUE una empresa había sido la escogida para recibir el galardón El Huevo de Oro.

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Me imagino que se trata de alguna de las empresas que se forraron con los miles de millones que repartió Minagricultura a algunas de las familias más poderosas del país. No sé por qué visualicé un gallo espuelón y de cresta alborotada, dándole ordenes a un gallineto sumiso y obediente, que quería parecerse al gallo, y que en su afán de complacerlo, para poderlo reemplazar algún día en el gallinero, obedecía sin chistar sus órdenes.

El gallineto disfrazado de ponedora, incubaba y calentaba bajo su ralo plumaje el tesoro escondido, mientras otros gallinetos todavía más descoloridos y serviles, escogían cuidadosamente a quienes iría a parar el dorado y ovoide botín. Los huevos más pesados, de mayores quilates, se repartieron entre los rapaces más poderosos. Los que a duras penas empezaban a dorar se entregaron a las avichuchas de corrales pequeños. Todo funcionaba a la perfección hasta que uno de los huevos estalló antes de tiempo en otra cacerola y la noticia se regó por todo el gallinero disparando el alboroto general y produciendo desbandada, desplumadas, correteos en círculos concéntricos, picotazos y salpicones de lodo.

Así estamos. El Gallo espuelón y de crespa alborotada se sube a la escalera del gallinero, regaña al gallineto incubador y sumiso y le ordena que revise la lista y que ordene devolver los huevos de oro. El gallineto despavorido se lava las patas y se sacude las plumas ralas cacareando que él incubó los huevos como era correctamente y que los distribuyó como le ordenaron. Que por eso no desiste de su propósito en reemplazar al Gallo mayor y no abandona su aspiración de presidir el gallinero. Un gallineto recién nombrado se atora con las pepitas de maíz entero que le están haciendo tragar y no sabe para dónde correr. Dice que no hizo la lista, que no repartió nada y que se limitó a obedecer al gallineto anterior.

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Los dueños de los Huevos de Oro se mueren de la risa. Sostienen que ellos aplicaron a la lista dorada y que fueron escogidos para los premios. Que no pueden devolver nada porque de esos huevos no queda ni la cáscara. Ya están disueltos en agua o revueltos con boñiga para abonar sus chequeras y poder conseguir en el futuro más huevos de oro. Las gallinitas mierderas y sus miles de polluelos que escarban y no encuentran nada revolotean en vano porque seguirán en el mismo corral sin posibilidad de salirse a buscar mejores alimentos.

El Gallo, el Gallineto desplumado, los gallinetos menores picotean en verborrea alborotada insinuando que no sabían qué era lo que empollaban. Que les habían metido gato por huevo. Lo que no saben tal vez porque todavía no han tenido tiempo de quedarse un rato quietos en su estaca, es que en los gallineros, como en la vida, unos están un rato arriba ensuciando a los de abajo… hasta que les toca el turno a los de abajo de subir para hacer lo mismo que les hicieron… Como canta la copla española “Cuando querrá el dios del cielo, que la tortilla se vuelva… que los pobres coman pan y los ricos tra la la…”.

Definitivamente, esta historia sí tiene huevo.

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