Un mano a mano de cuatro meses que está próximo a terminar. Puerta grande para dos monstruos. Más de 100.000 espectadores del mundo entero se lo han gozado...
El ruedo, el Centro de Arte del Hôtel de Caumont en Aix-en-Provence, en el sur de Francia. Los lidiadores, Picasso y Fernando Botero, por primera vez en la historia enfrentados, dialogando en ese duelo de paletas, colores, volúmenes y formas.
Aix-en-Provence, una de las ciudades más bellas del Mediterráneo, fundada en el año 123 antes de Cristo, conquistada por romanos, visigodos, árabes, hasta pertenecer definitivamente a Francia desde 1487, cuando nosotros ni siquiera aparecíamos en el mapa. Cuna de Cézanne, que recreó sus paisajes y montañas. Famosa por sus fuentes de agua, su clima benigno aun en invierno, centro cultural y gastronómico, llena de rincones, callejuelas peatonales, terrazas y boutiques.
Picasso y Botero. Orígenes y trayectorias diferentes; comparten sin embargo referencias geográficas y culturales, proponiendo un nuevo lenguaje artístico, cada uno a su manera. No conformismo, deformaciones de cuerpos y de volúmenes, con una mirada subjetiva de la realidad.
Recorriendo sin el mismo camino, obsesivos en sus temas: el retrato, el autorretrato, la naturaleza muerta, el desnudo, las mujeres, los acontecimientos históricos, los toros, el circo, la música y la danza.
En el videorreportaje, Botero responde con su habitual sentido del humor y honestidad sobre su obra: “Todos los grandes maestros tuvieron una coherencia total de estilo. Uno reconoce un cuadro de un gran artista por un dedo, una manito, porque tenían una convicción muy grande en su estilo. Una convicción, casi sectaria, para poder mantenerse al margen de todo lo demás.
“Mi admiración por Picasso viene del ‘fenómeno Picasso’. Su capacidad de transformar todos los estilos y su enorme impacto en la cultura mundial. En Picasso hay una ‘deconstrucción de la forma’. Yo hago lo contrario. Trato de ‘construirla’. Picasso con su guitarra la eliminó y le quitó el volumen. Fascinante. Yo acentúo masa y volumen”.
“Está mi admiración por Picasso y el deseo de ‘rebelarme’. Una actitud de rebelión contra el padre, por decirlo así. Para mí es más importante el estilo que el tema. En mis pinturas todo está deformado, exaltado. Forma humana o una pera. Vivo en una reflexión permanente de cómo hacerlo mejor cada día. A lo mejor me equivoco. Pero esa convicción, esa reflexión, es lo que alimenta mi deseo de pintar todo el tiempo, todos los días… ese entusiasmo que se necesita para continuar”.
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Otro mano a mano para la posteridad, el domingo pasado en La Santamaría. El Juli y Luis Bolívar. Tres ganaderías: Mondoñedo, Ernesto Gutiérrez y Juan Bernardo Caicedo. Un indulto. Cinco orejas. Faenas llenas de valor y entrega... Brindis del Juli a Felipe Negret, en el toro de Juan Bernardo, indultado, desafortunadamente hiriendo al lidiador en una aparatosa cogida que pudo ser mortal. La lluvia amenazante se alejó. Ovaciones. Pasión. ¡Instantes inolvidables! Gracias, Felipe. ¡Viva la libertad!