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MIENTRAS EN COLOMBIA LA CONTI- enda electoral, en su recta final, se asemeja a un campeonato parroquial de ping-pong, en la que acusaciones, justificaciones y acomodos van y vienen de un lado a otro de la red, y la pelotica se la lanzan gamonales, acomodados, encuestadores, partidos derrotados y gurús pueblerinos, el mundo sigue marchando, y a qué velocidad.
Desde el otro lado del Atlántico, lo más triste es comprobar que no existimos. Por acá el ritmo es otro. La caída del euro. La crisis económica de Europa que pareciera ir en picada, atrapada en un espiral descendente y sin fondo. Las atrocidades de Israel que no respeta ningún organismo internacional, ninguna ley ni se acoge a ningún tratado. País que actualmente descarga toda su ira y sus deseos de venganza contra los que considera más débiles, y que amparándose en las atrocidades que padecieron durante la Segunda Guerra Mundial, se consideran en la actualidad intocables y sagrados, cuando debería ser todo lo contrario, y sus políticas de comprensión, igualdad, tolerancia y respeto deberían ser sus banderas.
España, que pareciera, como lo reconocen los españoles con su hablar desenfadado y acostumbrados a darle adjetivos certeros a todo, irse “de culo pal estanco”. Las mentiras de Zapatero, mentiras sostenidas con cinismo y a la brava, desde hace tres años, negando de plano que la crisis se veía venir a pasos agigantados y que a España se le reventaba la burbuja virtual de progreso y bonanza en que estaba sumergida; la soberbia engallitada de Mariano Rajoy y el tralalalá de los poderosos a quienes no les importa nada porque tienen sus arcas a buen resguardo; las peleas intestinas entre las dos fuerzas políticas más influyentes, el PP y el PSOE; los escándalos y la corrupción rampantes de sus altos directivos; los nubarrones y coletazos de esos miles de inmigrantes islámicos que se apoderan de todas las calles, claman por sus derechos y muestran cada vez en forma más agresiva y perentoria su descontento, exigiendo incluso que las sedes de los Parlamentos europeos tengan dos entradas diferentes: una para mujeres y otra para hombres, porque así lo exigen sus creencias y ellos son ciudadanos con todos sus derechos; las peleas por las burkas; los escándalos del Opus, los Legionarios... En fin, que los acontecimientos que sacuden al mundo en este momento son más importantes y decisivos que el partidito de ping-pong que se juega en Colombia, país, que repito, no existe en el panorama internacional, sino tal vez como un puntito distante, folclórico y caricaturesco en algún lugar del continente suramericano considerado, y con razón, como una banana republic pintoresca, colonia de EE.UU. para todos los efectos prácticos.
Sí. Lamentablemente, desde el otro lado del Atlántico, todas las peleas de los pincher, los verdes, los amarillos, los arrimados a la U, el continuismo, las mentiras y las justificaciones de por qué el profesor Mockus bajó en el porcentaje electoral se ven como un puntito descolorido. Dejemos tantas peleítas y abramos más la mente al ritmo internacional. No deja de ser triste darnos cuenta de cómo nos miran realmente. Un girasol medio marchito peleando contra un dóberman domesticado y adiestrado. Esto es lo que hay.
