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“El poder de las palabras”

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Aura Lucía Mera
27 de diciembre de 2022 - 05:30 a. m.
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Sentí curiosidad al ver título del libro y lo compré. Sin abrirlo, me arrepentí y lo dejé medio escondido entre varios que no me pienso leer: “Otra vez un libro de autoayuda”, “caí en la trampa”, “ni lo hojeo, luego lo regalo”. Recordé a Coelho, a Chopra, a Osho, que me producen irritación y rechazo; a los artículos de Selecciones que enseñan cómo ser totalmente feliz 10 minutos después de haberse roto el fémur o presenciar el incendio de la casa y haber perdido hasta la camisa.

Sin embargo, durante días lo miré de reojo. Algo me producía curiosidad de abrirlo, como si me dijera: “Aquí estoy, no me dejes encerrado en la carátula, tengo cosas que comunicarte, dame una oportunidad”. Hace pocos días lo agarré y no lo pude soltar.

El poder de las palabras va mucho más allá de su título. Abarca toda una filosofía de vida, para de alguna manera ir moldeando nuestra ruta, simplemente para vivirla mejor, sin tanta rumiadera, sin tragar entero lo que nos hicieron tragar como verdades absolutas, sin dejarnos manosear ni definir por “el destino que estaba escrito de antemano”.

Su autor, Mariano Sigman, es un argentino con un doctorado en neurociencia de la comunicación humana y de la educación. Uno de los directores nada más ni nada menos que del Human Brain Project, la investigación más grande que se ha realizado para entender el cerebro humano, ese misterioso órgano que rige nuestra vida y del cual conocemos tan poco, como afirmaba Henry Marsh, neurocirujano inglés, en su libro Ante todo no hagas daño.

Sigman, como se lee en la solapa, ha trabajado con magos, cocineros, ajedrecistas, músicos y artistas plásticos para relacionar la neurociencia con diferentes aspectos de la cultura humana y hacer hincapié en la arrolladora fuerza de las palabras, mostrándonos cómo “la conversación es quizás la fábrica de ideas más extraordinaria que tenemos a nuestro alcance, la herramienta más potente para transformarnos”.

Un libro sorprendentemente ágil, con humor, ilustraciones, ejemplos simples, preguntas y ejercicios, para tener como guía o manual de instrucciones y poder capear temporales emocionales y rencores, limpiar recuerdos, alejar la basura mental que muchas veces nos atasca y embarra.

No es autoayuda. No tiene fórmulas mágicas. Tiene contenido y experiencias concretas, sugerencias para caminar en esta corta y extraña vida. Además, nos pone en alerta sobre cómo en este universo digitalizado e hipercomunicado cada vez estamos más solos, conversamos menos y nos aislamos más; cómo el no compartir carcajadas, lágrimas, esperanzas o frustraciones nos encierra cada vez más en nosotros mismos, a tal punto que el cerebro, esa masa de grasa enroscada, se nos achica y terminamos superjodidos y en la soledad más absoluta, así tengamos cada media hora un millón de likes en el wasap; cómo nuestra manera de pensar influye en el modo de sentir y en nuestra actitud ante la vida; cómo es de importante tener ilusiones, metas, ser empáticos y no quedarnos sentados en el inodoro de la autocompasión, no juzgar por las apariencias y darnos la oportunidad de conocer un poco al que le negamos la entrada de plano por prejuicios, pereza, por narigones o despelucados.

No es una novela. Es un libro-amigo para tener al alcance de la mano, tomarnos la molestia de leerlo de vez en cuando y redescubrir que sí somos los arquitectos de nuestro propio destino, que debemos arrojar por la ventana lo que nos hace daño y dejar entrar aire fresco y renovador día tras día.

Posdata. Volví a la librería y le compré un ejemplar a cada uno de mis nietos para que lo tengan cerca toda su vida.

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