Sigo alucinada con Barranquilla, imparable. Puerto Mocho es el lugar donde el mar y el río Magdalena, después de 1.500 kilómetros desde su nacimiento, se dan el primer beso. Es la única playa de la ciudad, las otras —Pradomar, Puerto Salgar, Puerto Colombia, Puerto Velero y Santa Verónica— pertenecen a municipios cercanos. Todas con olas bravías y encrespadas, paraíso de los amantes de las cometas voladoras y el surf, con sus delicias gastronómicas y sus casetas que atraen a turistas todo el año.
Gracias a Elsa Noguera, durante su pasada alcaldía y actual gobernación, el Atlántico se convirtió en polo turístico a toda marcha: Puerto Colombia; la Ruta del Girasol; Usiacurí, el “Pesebre del Atlántico”, con sus casas pintadas de colores, la plaza de la Casa Museo del poeta Julio Flórez, sus artesanías de palma de iraca y sus aguas termales.
Pero me centro en Barranquilla. El Museo del Carnaval es una obra única, porque va más allá de la historia local. Cuenta la historia de los carnavales desde sus orígenes más remotos, narrada por diferentes pantallas interactivas:
Los rituales egipcios al dios Apis, toro sagrado, el fuerte, el único, cuyos símbolos eran fertilidad y fortaleza. Constantino, para atraer a los paganos al cristianismo, ideó “beber la sangre de Cristo convertida en vino”; es la única religión monoteísta que bebe en el ritual de la misa. Los obispos y clérigos que se disfrazaban y ponían caretas para sus orgías en carnaval sabían que después de la Cuaresma, el ayuno, la abstinencia, la cruz en la frente y la Semana Santa les perdonarían todos sus pecados para seguir comportándose correctamente. El origen de bañar literalmente al prójimo con harina, arroz o polvo. La desaparición de los carnavales en Francia por rivalidades entre élites y pueblo raso. El origen del Carnaval de Venecia. El recuento de todos los carnavales del mundo en la actualidad: Brasil, Bélgica, Ecuador, Panamá, países africanos... En fin, un museo a todo dar, importante donde lo pongan, con su sala de cine y una exposición de todos los vestidos de las reinas del Carnaval desde 1918. ¡Qué orgullo!
La Cueva, el famoso bar-restaurante donde se gestó el realismo mágico —con García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Alejandro Obregón, Alfonso Fuenmayor, Germán Vargas Cantillo, Meira Delmar, Juan Antonio Roda, Enrique Grau y Nereo López—, fue rescatado del abandono por Juan Luis Mejía, entonces ministro de Cultura. Actualmente es fundación, sala de cine, biblioteca, lugar de eventos gastronómicos y culturales, y referente intelectual en homenaje a esos irrepetibles. Es un santuario lleno de recuerdos y nostalgia, fotografías, baldosines antiguos, el cofre de hielo, el oro de Melquíades... cuna de una generación que marcó este país.
Barranquilla florece y se adelanta a todas las otras capitales de Colombia. Ejemplo a seguir. ¡Ya el Carnaval toca su fin, pero su desarrollo seguirá imparable!