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El reto de Cali

Aura Lucía Mera

15 de junio de 2015 - 09:00 p. m.

La campaña “De Cali se habla bien” es contagiosa. Después de tantos años oscuros, ciegos, sin horizonte.

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Ya resignados a que la ciudad se la había llevado el putas y que no había salida: esa Cali donde los Rolex compraban secretarios municipales, donde la indolencia la ineptitud y la corrupción brillaban en todo su esplendor, esa época en la que daba vergüenza ser caleño, o había que tener dos cojones para admitir que el narcotrafico, la politiquería y el dinero fácil se habían apoderado de la  ciudad, parece ser agua pasada .
 
Hoy tenemos una Cali diferente. Respira honestidad. Recuperó su sentido de pertenencia. La corrupción de funcionarios públicos se tiene severamente monitoreada, el clientelismo, en la medida en que esta democracia inventada lo permita, también. Cali es otra. Se vive y se siente otro aire.
 
Avances importantísimos en infraestructura educativa y vial. Concientización sobre el medio ambiente. Inversiones empresariales, despertar cívico. Ahora nos importa Cali y no estamos dispuestos a retroceder. No vamos a dejar quitarnos lo ganado con tanto esfuerzo.
 
No queremos más delfines de fracciones políticas ya deparecidas, léase fragmentos de aquel Holguinismo clientelista, ni zarpasos oportunistas de viejos zorros como Angelino, que no quieren ceder el “poder” porque sí, porque les dio la gana... Ni fichas ocultas de Abadías y Martínez con gallos tapados y solapados... No queremos más de eso.
 
La candidatura de Maurice Armitage cobra fuerza. Sin alardes, sin prometer cosas que no se podrán cumplir, sin mermeladas ni populismo. Armitage, un hombre honesto, insobornable, hecho a pulso, líder por naturaleza, sin compromisos politiqueros, se afianza cada vez más.
 
Cali se enfrenta a un reto grande en estas próximas elecciones: se juega un verdadero turning point. O sigue adelante, siguiendo el empujón definitivo que  inició Jorge Iván Ospina, y continuó Rodrigo Guerrero, devolviéndole el sentido de pertenencia, el civismo, la alegría deportiva y el optimismo, o se deja arrastrar por los promeseros, los politiqueros, los oportunistas que no quieren dejar escalar esta ocasión de recuperar el botín perdido.
 
Tenemos esa gran responsabilidad. Todos los caleños, los que vivimos en esta ciudad donde se mezclan  las etnias, los ritmos, las tradiciones ancestrales culinarias del Valle, Cauca, Nariño, Chocó, donde se dan la mano el pandebono y la arepa, el tamal y el pusandao, el chontaduro y las fresas...  Donde los farallones nos regalan la brisa y los atardeceres y se iluminan de rojo cuando el sol nace en el oriente.
 
De Cali se habla bien. Porque renació de sus cenizas como el ave fénix. Por   eso los caleños tenemos el gran reto de nuestra historia: votar bien. Depositar nuestra confianza en Maurice Armitage, y esto no es cuña política.  Lo digo como caleña raizal, que ama su ciudad, y quiere que el timón quede en manos de un verdadero capitán que la guiará con sabiduría y visión en medio de tormentas, tempestades, y la llevara a puerto seguro, sin naufragar. 
 
PD. No queremos más politiqueros. Queremos que de Cali se continúe hablando bien... Y para lograrlo tenemos la obligación de votar bien.

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