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El siglo de la sangre

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Aura Lucía Mera
06 de julio de 2021 - 05:30 a. m.
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Desde que leí ese magnífico reportaje del escritor Luis Felipe Núñez en El Malpensante sobre la historia de Froilán Orozco, el embalsamador de cadáveres en el Cartucho, me obsesioné con conocer su historia. Y al fin logré amarrarme las tripas para ver el documental que durante más de 100 horas de grabación realizó el fotógrafo japonés Kiyotaka Tsurisaki, dedicado a plasmar rostros y cuerpos de seres anónimos víctimas de la violencia en diversos países del mundo

Un urapán, un exmilitar buscando su redención, un fotógrafo japonés y uno bogotano coincidieron en un momento histórico para legarnos las imágenes más salvajes y crudas de esa realidad amarga que preferimos ignorar y nunca verla, acostumbrándonos a las estadísticas y los relatos escritos, sin asomarnos a las imágenes. Y para guardar la memoria histórica del Cartucho, ya convertido en parque.

El urapán lo sembró Froilán en el año 85. Pequeñito, vulnerable, en el patio de su casa, al lado del cuarto donde embalsamaba y devolvía la dignidad a mujeres y hombres asesinados y anónimos. El urapán se nutrió del agua-sangre de más de 50.000 víctimas y ahora con sus 11 metros de altura es el único testigo de esas desgracias ocurridas durante años ante la indiferencia absoluta de la ciudad.

Froilán se retiró del Ejército y dedicó el resto de su vida a rescatar esos cuerpos, limpiarlos, vestirlos y depositarlos en sus ataúdes para que sus familiares pudieran velarlos y darles un último adiós.

Conoció a Tsurisaki y, por primera y única vez en su vida de embalsamador, permitió que lo filmaran y le tomaran fotos. Un hombre afable, sencillo, escaso de palabras. Su vida cotidiana, casi monótona, “anormalmente normal”, consistía en eso... Con herramientas impensables en cualquier tanatorio o sala de cirugía: un machete, un balde, unas tijeras, una esponja, una caja con maquillaje básico, peines, un secador, delantal amarillo de plástico, guantes gruesos y algunas toallas...

Cuando se enfermó nadie lo supo. Jamás regresó a su lugar de trabajo. Nadie lo veló y se desconoce su tumba. Tsurisaki terminó su trabajo cuando Orozco murió. Tal vez su cuerpo ya estaba cansado de alzar cadáveres. El japonés en unas palabras sintetizó su obra: “Mi documental lo filmé en una de las zonas más violentas de Bogotá, en uno de los países más peligrosos del mundo. En el Cartucho solo encontré cadáveres. Una zona donde solo existen la violencia y la oración. Me propongo representar el amor y la dignidad que aún quedan en esos seres humanos después de que han sido despojados de todo”.

¿Por qué traigo el tema a colación? Para que recordemos que cada vida es sagrada, única e irrepetible. Nadie tiene derecho a matar a otro ser. Nada puede justificar un asesinato. Destruir una vida en un segundo y dejar esas carcazas que albergan cada espíritu tiradas y abandonadas.

Ojalá tengan el valor de ver el documental. Para interiorizar el horror de la violencia y pararla. Nuestro siglo XX fue un siglo de sangre. Ya estamos en el XXI y sigue corriendo imparable. ¿Jamás nos vamos a saciar? ¿Seguiremos condenados a odiarnos? ¿O tendremos algún día alguna redención?

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Andrés(26391)07 de julio de 2021 - 12:53 p. m.
EE tiene una deuda moral con la juventud q viene preparándose hace un par de décadas. Cómo es posible q aún tengan tribuna personas anacrónicas y desubicadas como esta cucha q en una columna dice honrar la vida pero en otra no le importan las fábricas de muerte donde asesinan animales en líneas de producción. Horrible. EE por favor, más espacio para gente nueva, joven, fresca.
Alberto(3788)06 de julio de 2021 - 11:18 p. m.
Impactante historia. Gracias, Aura Lucía Mera.
Miguel(78770)06 de julio de 2021 - 10:36 p. m.
Es demasiado cinismo e irresponsabilidad de algunos, utilizar este tipo de informacion q no es representativa del país trabajador,creativo y honesto,para hacer política partidista repitiendo las mismas consignas amañadas y falsas para tapar a unos y favorecer a otros
Miguel(78770)06 de julio de 2021 - 10:28 p. m.
Atrapados en la convivencia y complicidad entre narcoterrorismo,narcoguerrillas y delincuencia
  • Libardo(10892)07 de julio de 2021 - 03:56 a. m.
    Productos de una sociedad constituida por personas como usted, como yo, con oportunidades o sin ellas, marginales o protagonistas, algunos víctimas de su educación, otros carentes de ella por obligación en un país insolidario, gris, hipócrita, marcado por estratos que marcan las carencias y la indolencia y corrupción de sus miembros. Ese país violento y rezandero, se resume en el Cartucho.
Pablo(88449)06 de julio de 2021 - 07:35 p. m.
El documental se llama Matarife? sino es Matarife por favor señora Ana Lucia de el nombre y sitio donde verlo.
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