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Ian Gibson, de origen irlandés pero radicado en España desde hace muchísimos años, es sin duda uno de los escritores más comprometidos y conocedores de esa tragedia que fue la guerra civil española, acérrimo luchador por el esclarecimiento de la verdad, sobre todo esa verdad que por más de 80 años ha tratado de tapar el franquismo a como dé lugar.
No cesa en su búsqueda. Incómodo para muchos, esperanza de miles, sus argumentos siempre tienen repercusión en ámbitos políticos y gubernamentales.
Parece imposible, pero es cierto. España todavía no ha sido capaz de, o no ha querido, enfrentarse con su verdadera historia. Todavía cientos de miles de hombres y mujeres siguen sepultados en fosas comunes. Ciudadanos rasos, campesinos, pueblerinos que optaron por defender los principios de la República y quedaron mal situados del lado de la historia, fueron masacrados sin juicios ni procesos y desaparecidos de la faz de la tierra. De miles de ellos no quedó ni una fotografía, ni la memoria de dónde pueden estar sus restos. Borrados de un plumazo…
Ni con la muerte del “caudillo” ibérico ha sido posible escarbar bien las profundidades de esta barbarie. Porque la guerra duró tres años, pero el infierno del terror y las desapariciones continuó… y hasta la fecha siguen los misterios, las mentiras y las justificaciones.
Parecido a lo que sucede ahora en Colombia. Tambalea la Comisión de la Verdad. Tambalea la JEP. Tambalea el Centro de Memoria Histórica. Tambalea el Archivo Nacional. Tambalea la Biblioteca Nacional. Tambalea el Museo Nacional. Tambalea nuestra única oportunidad de conocer la verdad de lo que hemos vivido, sufrido, cometido, escondido, manipulado en más de medio siglo de sangre y terror, por cuenta de este Gobierno y sus erráticos nombramientos, todos sacados del sombrero del capataz y su círculo pretoriano, que a toda costa tratará de impedir que la verdad salga a la luz. No se trata de una única verdad, como nos quieren vender ahora la empanada adulterada. No. Se trata de que las diferentes verdades se conozcan.
Mientras el caudillo-capataz nuestro maneja los hilos a su antojo, mantiene muy ocupado a su “mandatario titular” jugando con candela en un asunto que se ha tomado muy a pecho, como las relaciones con Venezuela, olvidándose de su país, descubriendo acongojado que en “Caracas los pobres escarban comida entre la basura”, sin saber que esa práctica es el común denominador de nuestros pobres, no solo de ciudades capitales sino de rincones olvidados por la historia.
Hasta cuándo los colombianos vamos a seguir dejándonos manipular y gobernar por fuerzas oscuras. Las que desean de nuevo falsos positivos, cuerpos flotando inflados en los ríos, desapariciones de líderes. Hasta cuándo el presidente electo por algunos se bajará de la nube en que lo han montado y aterrizará aunque sea de bruces en nuestra realidad. Se supone que es el presidente de todos los colombianos, y no el títere de los hilos alquitranados del Centro Democrático.
Como dijo Ian Gibson: “Para poder olvidar y empezar de nuevo, primero hay que conocer la verdad”.
Posdata. ¿A qué juega la nueva ministra de Cultura? ¡Qué vergüenza!
