Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Primero fueron los portugueses que se lanzaron mar abajo.
Tampoco sabían para dónde iban ni qué encontrarían. Al pasar sus naves la Costa del Esqueleto, en el Atlántico, los agarró un temporal nunca visto. Varias embarcaciones se fueron al fondo. Cuando llegaron al Cabo de la Buena, los vientos huracanados acabaron de quitarles toda esperanza. Los sobrevivientes, apenas pudieron, se fueron mar arriba por el Índico a colonizar una África más amable.
Tiempo después los holandeses iniciaron la misma aventura: ¡un océano tranquilo y dulce les permitió llegar al Cabo y quedaron deslumbrados! La tierra prometida ilímite, luminosa. El viento había desaparecido y Sur África les daba la bienvenida a los nuevos Mesías.
Los holandeses se creyeron enviados de Dios. Empezaron a matar “bushman” como si fueran animales. Seres bajitos, de piel negra, que rondaban pastoreando ganado. Desde esos orígenes nació el odio racial de esos marineros rudos, analfabetas, borrachos y crueles. La población negra, los verdaderos habitantes de ese territorio, fueron considerados inferiores y destinados a desaparecer. Los enviados de Dios se apropiaron de todo el territorio. Establecieron sus feudos y sus leyes.
Así nació lo que siglos más tarde sería conocido como el Apartheid, que condenaría a toda la población negra a la segregación y el trato inhumano de los nativos. Ingleses y franceses se sumaron después.
El viento marcó el destino de Sur África. Si los portugueses hubieran encontrado esas aguas tranquilas se hubieran topado con el paraíso terrenal. Y como las cosas imprevistas son las que cambian el curso de la historia, nació Mandela, destinado a su turno a devolverle la dignidad y los derechos a su gente.
Ese sí, un nuevo mesías, encarcelado 27 años por predicar igualdad y perdón como aquel de Galilea... Su mensaje también quedará grabado en la historia de la humanidad.
Estuve en Cape Town en abril del 94, poco antes de las elecciones. Muchos blancos forrados en oro huían despavoridos... Los más se quedaron. ¡El milagro se dio!
Regresé hace dos años. Fui a Robbin Island, esa celda, esa cantera de piedra caliza, esas condiciones infrahumanas en que vivió Mandela, jamás la podré olvidar.
Gracias Mandela por haber existido. Que tu ejemplo y mensaje nos lleguen al corazón de todos los colombianos que queremos la paz .
P. D. Aberrante, inhumana y asquerosa la arremetida de las Farc en Inza. ¡Este acto demencial y cobarde no tiene ninguna justificación!
