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NO SÉ LA DIMENSIÓN DEL DESPElote y corrupción de las demás Corporaciones Autónomas Regionales, pero en la que al Valle del Cauca se refiere,...
NO SÉ LA DIMENSIÓN DEL DESPElote y corrupción de las demás Corporaciones Autónomas Regionales, pero en la que al Valle del Cauca se refiere, léase la CVC, el mejor regalo que le podría dar el actual gobierno al departamento sería meterla en cuidados intensivos, incrustarle el bisturí hasta la medula y extirpar la gangrena que se la fue carcomiendo lentamente, sin que ninguna vaca sagrada del departamento se diera por aludida, más bien, haciéndose los de la vista gorda, con ese no-meimportismo tan característico en los habitantes actuales de la región, hasta que la necrosis de la Corporación la pudrió por dentro y por fuera.
Lo más triste es que el Valle tuvo su siglo de oro. Épocas que comprenden desde el siglo XIX hasta mediados del XX en que sus dirigentes, sus empresarios trabajaban con pasión sus tierras y sus empresas. Llegamos a ser líderes en el país en muchísimos aspectos, tanto agrícolas como industriales, siendo el proyecto bandera, el tesoro, la joya, precisamente la CVC.
Desde que en ese Valle privilegiado se entronó, a mediados de los años ochenta, la cultura del narcotráfico con el beneplácito tácito de todos los estamentos, que por omisión o participación directa o indirecta empezaron a caer ante el becerro de oro de los capos, y no se unieron para combatir este tumor mortal desde el comienzo, todo se empezó a desintegrar, lenta, sinuosamente, hasta que con la llegada triunfal de los paramilitares se terminó de destruir, prostituir, politizar y terminar de destrozar el Valle entero, con sus veredas, ciudades y su capital.
Manos oscuras, torvas, manchadas de ilícitos y de sangre se empezaron a meter como sabandijas por las rendijas de las administraciones públicas y a la vista de todos, pero ante la indiferencia de todos, se fueron adueñando de alcaldías, gobernaciones, instituciones descentralizadas, y obviamente la CVC.
Da vergüenza reconocerlo. Como vallecaucana de pura cepa (no tengo ningún apellido que no provenga de la región), me avergüenzo de lo que permitimos que nos sucediera. Porque todo ese cambio de mandos fue, como diría el poeta, “A la vista de la absorta caravana”. Y nadie hizo nada para detener la avalancha de corruptos que se tomó el departamento. Como afirmó la periodista de El País, Carlina Toledo, en su columna de opinión del viernes pasado: somos actualmente el departamento hazmerreír de Colombia.
Pero como sigo siendo una optimista irredenta, y creo que ya tocamos fondo y ya no podemos seguir descendiendo más, se llegó la hora, con el Gobierno Central a la cabeza, de iniciar la ascensión hacia un horizonte limpio y claro. Y no sólo en cuanto a la CVC se refiere, sino a las próximas elecciones regionales que se nos vienen encima. O nos unimos todos —creo que todavía somos mayoría los que deseamos gobernantes capacitados, profesionales, honestos y emprendedores— o nos acaba de llevar la avalancha turbia, enlodada y tremenda que nos ha estado golpeando desde décadas atrás.
P.D. A propósito, ¿por qué continúan tan campantes los mineros de Zaragoza? ¿Nadie le pone el tatequieto a ese monstruo de mil cabezas? A ver si nos sacudimos del todo...
