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El adiós definitivo a Jorge Mario Bergoglio —el papa Francisco—, ser humano irrepetible, carismático, humilde y berraco que arremetió desde su primer día contra el boato y los oropeles del Vaticano. Jamás se olvidarán su residencia en la Casa Santa Marta, su vestimenta blanca, sus zapatos negros, su mensaje sin fundamentalismos, la importancia de las mujeres, la aceptación de parejas LGTB, su respeto, su acercamiento e interés en los países periféricos, su revolución (sí, puede llamarse así) de una entidad anquilosada y retrógrada, su reacción enérgica condenando la pederastia y la pedofilia; en fin, su espiritualidad, no de palabras, sino de corazón. Difícil reemplazarlo.
Ya el nuevo PAPA (me dicen que debe escribirse con mayúsculas porque no es ni papa, ni Papa, ni papá con tilde). Es agustino, teólogo, racionalista —orden creada por Agustín de Hipona, hombre de extremos, contradictorio, renunció a su mujer y a su hijo, machista integral; se inventó el pecado original, la Trinidad, el Limbo, el infierno, y los convirtió en dogma—.
Agustín, Pablo de Tarso —el que se cayó del caballo y escuchó la voz de Dios (vaya porrazo el que debió darse en el cocorote)—, Constantino… le van dando forma a la Iglesia Católica como la conocemos hoy en día: cada vez más lejana de las prédicas de Jesús de Nazareth, el hijo de José y María, desaparecido en su adolescencia para regresar a los treinta, formar un grupo con pescadores de pata al suelo y túnicas sucias y empezar a predicar amor, igualdad, generosidad, humildad. Amigo de sus amigas Marta y María, y de Magdalena, la repudiada que iba camino a la lapidación.
No se necesita ser teólogo ni sabio en escrituras, sino tener un poco de lógica para saber que el mensaje de Jesús lo volvieron “chiras”. A través de los siglos, los que mandan son hombres barrigones, con cinturones de seda púrpura, redondeles púrpuras en sus cabezas, ribetes dorados, anillos, que caminan todos como patos, se odian y se necesitan.
Ojalá León XIV resulte normal. Tendrá que enfrentar a tigres marrulleros que quieren sus antiguas prebendas, que denigran de los avances logrados y los quieren reversar. Retornar a esa Iglesia de mentiras, falsedades, concordatos, machismo, soberbia y otras perlitas non sanctas.
Existe la esperanza. Su labor social y sensibilidad son un hecho real. Falta ver si supera ese machismo absoluto del fundador de su orden y sigue con pasos firmes, mirando hacia adelante, lo heredado por su antecesor. Le deseo suerte. Tendrá que ir a contracorriente, como el salmón.
