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Parece de ripley, de no creer, pero es la realidad. Desde la tragedia de Armero y la toma guerrillera del Palacio de Justicia aparecen, desde hace cuarenta años, los mismos titulares de prensa, radio, televisión, artículos de columnistas... Cuarenta años de lo mismo y, sobre todo, lo más horripilante es que lo único que no cambia es la impunidad.
La impunidad sigue siendo la columna vertebral de estas dos tragedias anunciadas, superanunciadas, y la indiferencia estúpida y cobarde de los gobernantes: presidentes, ministros, gobernadores, alcaldes. Colombia indiferente, siempre ausente de la realidad, por estar eternamente amarrada a la noria, con los ojos vendados, como los burros que dan vueltas y vueltas creyendo que avanzan, cuando lo único que hacen es dar vueltas y más vueltas a la noria para sacar agua del pozo; en este caso, un pozo séptico y maloliente de corruptelas y mentiras. Siempre Colombia tiene tufo maloliente, a sangre, a desaparecidos, a cadáveres hinchados río abajo.
Este año cumplimos cuarenta de lo mismo: titulares, acusaciones, libros, peleas, polarizaciones. Que si fue tal o pascual, que si salieron vivos, que no, porque los acribillaron dentro. Que no hubo dinero para un sismógrafo, que el volcán no estaba suficientemente caliente, que se dañaba la feria. Que si los guerrilleros fueron geniales, que si los policías fueron los matones. Que a Belisario le mintieron, que el ministro Duque (papá de “Duquesito”, e igual de inepto) no le avisó a nadie de la posible erupción, o si le avisaron, no creyó. Que si Noemí Sanín decidió poner un partido de fútbol en la televisión o la obligaron. Que si tildaron de loco al viejo de Armero porque le olía a azufre, en vez de hacerle caso. En fin.
Cuarenta años y seguimos en esa noria. Vivimos del pasado, así como cada año revivimos el asesinato de Gaitán, el de Álvaro Gómez, el de Galán… Parecemos moscas atadas a una telaraña con miel: no podemos despegarnos, mirar hacia adelante y caminar hacia el sol. No. Siempre el maldito retrovisor con las mismas peleas y las mismas acusaciones.
Que si el Frente Nacional se tiró al país, que si Guillermo León Valencia se tiró a Tirofijo cuando le bombardeó unas gallinas (¿serían las de los huevos de oro?).
El pasado nos succiona. Petro sigue ondeando la bandera asesina, sí, asesina. Ni siquiera supimos escoger un candidato de cambio, un ser normal, como Robledo o Antonio Navarro Wolff. Tenía que ser el más inepto y desubicado. La única verdad que ha pronunciado es la del “Polvo Cósmico”: todos venimos de un polvo cósmico… el mal echado, el podrido. Pareciera que el Creador estaba dormido o enguayabado cuando el humanoide ya pervertido se bajó de la rama del árbol, o se convirtió en anfibio, luego terrestre, y empezó el desastre. La naturaleza sin el humano era perfecta: árboles, frutales, animales perfectos, peces, mariposas, hasta que llegamos, como semillas envenenadas.
Vuelvo al tema inicial: nos quedamos estancados. Un paso atrás, jamás adelante, como sucede en otros países que, a pesar de sus guerras internacionales, de sus horrores, son capaces de salir a flote. Espero, si estoy viva dentro de un año, en noviembre, ver, leer y escuchar otras noticias que no sean las mismas. Definitivamente, entre más vueltas demos, más vueltas damos. No más.
P. D. Tener memoria del pasado nefasto para no repetirlo es una cosa, y estancarse en él es otra. A ver si desde agosto de 2026 iniciamos pedaleando pa’ lante y dejamos de caminar en reversa. ¡Sí podemos! Cuestión de ganas y de unión.
