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Eso nunca ha debido pasar

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Aura Lucía Mera
15 de junio de 2021 - 03:30 a. m.
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Desde que tengo memoria jamás había escuchado a un expresidente de la República reconocer sus errores, hacer un inventario de las acciones y pedir perdón públicamente al pueblo colombiano. Siempre los expresidentes continuaron negando sus atropellos, sus equivocaciones, sus desaciertos, y dedicaron el resto de sus vidas a justificarse y negar todo lo que les pudiera incomodar. Remember el elefante que se incrustó en la Casa de Nariño durante cuatro años y se paseó por todos sus corredores y salones sin que nadie lo hubiera visto. O aquel de corbatín eterno y caminar pausado que estuvo de acuerdo con “la corrupción en sus debidas proporciones”, defendió a capa y espada sus múltiples viajes internacionales con avión repleto de amigos y aduladores que se emparrandaban por cuenta del Estado, y promovió sin pestañear el Estatuto de Seguridad allanando casas, con arrestos y torturas en las caballerizas de Usaquén, en un régimen de terror disfrazado de democracia.

O el Eterno que “logró cambiar un articulito” para reelegirse y trató de repetirlo por segunda vez, sin éxito, pero se instaló de hecho en el poder: ocho años de presidente, ocho años de opositor y enemigo furibundo de su sucesor, inaugurando la polarización más peligrosa de la historia de Colombia y, como si fuera poco, designando a dedo al actual mandatario, que no da pie con bola y tiene al país al borde del colapso.

Son solo tres ejemplos, pero nuestra historia es la de gobernantes que jamás han admitido un error. Son intocables, infalibles, etéreos, perfectos.

Por eso es de quitarse el sombrero la intervención del exmandatario Juan Manuel Santos ante la Comisión de la Verdad. Intervención sobria, documentada, sustentada y sin retórica alguna sobre uno de los episodios más oscuros y dolorosos de nuestra historia: los falsos positivos en los que muchos integrantes de las Fuerzas Militares, en contubernio con paramilitares, asesinaron a sangre fría a hombres inocentes, haciéndolos pasar como guerrilleros dados de baja en combate y ganando prestigio ante sus superiores, o a lo mejor siguiendo órdenes superiores. Una página que jamás se debió escribir y que jamás podrá ser borrada de la memoria sangrienta y vergonzosa del país.

Muertes atroces que se hubieran podido evitar. Jóvenes estrenando vida arrastrados con mentiras y falsas promesas, lejos de sus hogares y asesinados para después disfrazarlos como combatientes y exhibirlos como trofeos de guerra.

Sus declaraciones me impactaron. Asumió su responsabilidad con serenidad y dolor, sin irse por las ramas, mirando de frente y pidiéndoles perdón a esas madres que perdieron a sus hijos, a esas familias que se destruyeron para siempre.

Abro comillas: “Me queda el remordimiento y el hondo pesar de que durante mi ministerio muchas madres, incluidas las de Soacha, perdieron a sus hijos por esta práctica tan despiadada. Unos jóvenes inocentes que hoy deberían estar vivos. Eso nunca ha debido pasar. Lo reconozco y les pido perdón a todas las madres y a sus familias víctimas de ese horror desde lo más profundo de mi alma. Que esto nunca vuelva a pasar”.

“Reconozco que los falsos positivos se produjeron por la alta presión por resultados que había en las Fuerzas Militares y que reconocer este hecho y responder moralmente por él es la mejor forma de recuperar el honor de la institución”.

Sus ocho años como presidente se dedicó a trabajar por la paz, a propiciar el diálogo con los altos mandos de las Farc hasta lograr el gran acuerdo y la entrega de miles de armas para que los jóvenes pertenecientes a esta guerrilla se reinsertaran y pudieran tener otras oportunidades en su vida. Lo que en buena parte se ha logrado, a pesar de todos los obstáculos y el no cumplimiento de mucho de lo pactado.

Lo felicito de corazón por dar un ejemplo a los colombianos. Solo con la verdad podremos conocernos, reconocernos y reencontrarnos. Colombia necesita en estos momentos más líderes como usted. Un estadista que se la jugó toda para detener la sangre y darnos la oportunidad de mirarnos como hermanos de patria. Poco a poco, pasito a pasito, lograremos caminar algún día por los senderos trazados por usted en un país en paz.

Posdata. Chapeau, presidente Juan Manuel Santos. Gracias por compartirnos su verdad. Una sola luz que empiece a brillar y poco a poco se diluya la oscuridad total. ¡En la verdad está la verdadera, libertad!

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Pedro(86870)20 de junio de 2021 - 04:54 p. m.
Estoy con Eduardo (26198). JuanManuel Santos es de los mejores presidente que ha dado Colombia. Avanzó el país en muchos campos. Con una oposición tan despiadada como la que le hizo el uribismo y ha dejado un gran legado para Colombia
Pedro(86870)20 de junio de 2021 - 04:51 p. m.
El gobierno de JM Santos uno de los mejores gobiernos de las últimas décadas debe tener un gran reconocimiento internacional. No solo fue la paz, fue el turismo, la modernización de aeropuertos y infraestructura de vías, casas para los pobres, la imagen internacional, la calidad de sus ministros, los avances en educación. Una derecha decente
Alberto(3788)16 de junio de 2021 - 02:04 a. m.
De acuerdo. En las palabras de Santos hay otra frase que merece destacarse cuando reseña a "varito" que no se opuso al desmantelamiento que realizó el entonces ministro de esa "POLÍTICA QUE TANTO PROMOVIÓ".
alvaro(76376)16 de junio de 2021 - 12:07 a. m.
NO creo en ese arrepentimiento Santista.Vuelve a utilizar los falsos positivos para hacer política.Para ganarle a Mokus OMITIÓ los FP como Ministro de Defensa culpando a su jefe Uribe y luego los destapa ya como Presidente.¿Que buscará ahora ?Tendrá candidato para 2022?Esperemos.
Contrapunteo(18670)15 de junio de 2021 - 11:10 p. m.
Buena columna y bien por Santos del que se podrán decir muchas y pésimas cosas, pero su actitud ayuda a esclarecer lo evidente: que esos asesinatos eran sistemáticos y programados desde la presidencia para mostrar resultados y cobrar una venganza de un duro que no estaba recogiendo café. Mientras tanto el titiritero mayor cada día más millonario y muerto de la risa de orquestar la impunidad.
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