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Genocidio de género

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Aura Lucía Mera
13 de abril de 2010 - 03:46 a. m.
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A MEDIADOS DE MARZO THE ECOnomist, carátula incluida, denunció el más aberrante de todos los genocidios: el asesinato ya sea por aborto o por matarlas recién nacidas, de millones de niñas, cuyo único pecado que les conlleva la pena de muerte es haber nacido de sexo femenino.

Cien millones de niñas suprimidas del mapa, hasta ahora, sin que ningún organismo internacional se haya pronunciado. La cifra tiende a subir.

El origen de esta tragedia mundial, mayor que la tragedia del cambio climático, tuvo su origen en China, con la ley tajante de sólo-un-hijo-por-pareja y el avance tecnológico de los scans que permiten identificar el sexo de neonato. Resultado: si es niña la suprimen, si es varón, le dan la oportunidad de nacer. Las consecuencias catastróficas. No solamente desde el punto de vista moral, humanitario, del respeto o la ética por la vida, sino desde el aspecto de la población mundial donde el número de hombres sin posibilidad de contraer matrimonio ni mantener una relación de pareja crece y ya son nominados como la generación de los “bare branches” (ramas desnudas); han disparado los índices de criminalidad, violencia, pandillismo y frustración de millones de jóvenes que desde su nacimiento también están siendo mutilados en su desarrollo integral.

No es solamente China. Taiwán, Singapur, Corea de Sur, y sectores de América: los japoneses-chinos-americanos están distorsionando a su antojo las proporciones del sexo de los recién nacidos. Este genocidio de género ya existe en casi todos los continentes y afecta ricos, pobres, analfabetas y letrados, hindis, musulmanes, confucionistas y cristianos por igual.

Según The Economist, esta destrucción sistemática de niñas obedece a tres factores preponderantes: la ancestral preferencia de los padres por el hijo varón, el deseo obsesivo de tener familias pequeñas y los avances tecnológicos de ultrasonido que permiten ver el sexo del hijo con anticipación. En países como China, con autorización para tener dos hijos como máximo, la opción de una hija mujer es prácticamente nula. Su sacrificio es considerado necesario para poder tener dos hijos varones. A lo mejor aceptan la primera mujer pero a toda costa se aseguran de que el segundo sea hombre.

La única forma de detener este genocidio sistemático, según The Economist, es devolverle a la mujer su dignidad. Patrocinar e incentivar su educación, abolir las leyes que prohíben a las mujeres heredar cualquier bien, prohibir en algunos países los scans de embarazos, emplear a las mujeres en labores públicas como comunicadoras, enfermeras, guardas públicos, etc., como Mao Zedong lo afirmó alguna vez: “Las mujeres son la mitad del cielo”. Es menester evitar que esa mitad se destruya. Hasta aquí cito opiniones de la prestigiosa revista.

En Colombia no estamos muy lejos. Las niñas siguen siendo objeto de vejaciones, maltratos, abusos sexuales y discriminación de todo tipo. Muy pocas mujeres logran culminar sus metas, si es que les permiten tenerlas. No hay necesidad de abortarlas. Están ya abortadas desde su nacimiento y condenadas a la sumisión y al olvido. ¿Seremos indiferentes ante esta tragedia universal?

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