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TREINTA AÑOS Y UN VALOR SOBREhumano.
Periodista, investigador, sin pelos en la lengua, nacido en la cuna de la mafia mundial, donde se maneja el negocio de todas las drogas ilícitas, donde se utilizan cobayas humanas para saber hasta qué punto las sustancias como la cocaína, la heroína o el crack se pueden adulterar sin que maten a los consumidores y en la que resultan muertos en las calles cientos de personas que consumen las que pueden perjudicar el mercado internacional y quedan como perros en el asfalto, ahogados en vómitos y orines, recogidos después como fardos y tirados a fosas comunes. Hablo de Roberto Saviano, autor de Gomorra, libro por el cual actualmente tiene que vivir escondido como una rata, custodiado, ya que su vida tiene un precio y él sabe, en el fondo de su ser, que morirá por su osadía.
La ciudad que lo vio nacer y donde ha sido testigo de excepción de la ilegalidad globalizada es Nápoles. El otrora puerto romántico, con sus barcos pesqueros, sus tarantellas, ciudad adorable que le dio nombre a la pizza y que actualmente es la letrina de las ambiciones, de la muerte indiscriminada, cuyos tentáculos abarcan todas las mercancías que usamos en cualquier ciudad del universo. Zapatos exclusivos, vestidos de famosos, textiles, accesorios, perfumes, prêt à porter, jeanes... Todos somos compradores de alguna manera de la ilegalidad guardada, inventariada, distribuida y despachada desde las enormes y clandestinas bodegas de Nápoles y sus pueblos aledaños.
Libro alucinante en el cual se pierde la inocencia que nos quedaba. En el que cualquier vestigio de moralidad o valores se ve arrasado inmisericorde ante el Dios dinero, ante el poder económico a como dé lugar, que es el que mueve el planeta. Quedamos desnudos ante el apocalipsis turbulento en que vivimos. Cuesta de verdad un esfuerzo sobrehumano para imaginar que algún día este horror pueda cambiar. Que volvamos a “poder arrancar algún día las rejas de las ventanas para poder acariciar las flores”.
Saviano transcribe la carta de un adolescente encerrado en una correccional de menores que sintetiza la lógica del empresariado criminal que coincide con el neoliberalismo más radical, donde las únicas reglas válidas son las de los negocios, el beneficio económico, el poder y la victoria sobre cualquier competidor: “...Todos los que conozco o están muertos o están ya en la cárcel. Yo quiero ser un boss. Quiero tener supermercados, tiendas, fábricas, quiero tener mujeres. Quiero tres coches, quiero que cuando entre en una tienda se me respete, quiero tener almacenes en todo el mundo. Y después quiero morir. Pero como muere un boss auténtico, uno que manda de verdad. Quiero que me maten”... Miles de jefes-niños, kamikazes de clanes que no van a morir por ninguna religión, sino por dinero y poder a costa de lo que sea, como único modo de vivir que vale la pena.
Gomorra. Historia despiadada y verdadera de la Camorra italiana. De la Camorra mundial. ¿Les suena parecida la historia a nuestro “héroe” apocalíptico y esquizofrénico de DMG? Léanse el libro. Contengan las náuseas y comparen. “...Al boss lo matan o lo detienen, pero el sistema económico que él ha generado permanece, sin dejar de cambiar, de transformarse, de mejorar y producir beneficios. Este es el nuevo compás que marcan los empresarios criminales. Esta es la fuerza de la economía. Dominarla a toda costa. El poder por encima del todo. La victoria económica más preciada que la vida. Que la vida de cualquiera. Incluso que la propia...”. “Vencer en la arena del mercado y llegar a mirar el sol directamente...”.
