Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Cada martes, veo feliz que “la columna” ha salido impecable.
No importa si la escribí y envié a último momento, cuando la adrenalina está a 100 y las ideas y palabras se apelotonan. No importa si lo que envié fue muy largo y me pasé de los caracteres establecidos, o si quedó corta, o si se fue llena de “horrores de dedo” porque lo meto donde no es. Siempre sale impecable, así guste o no a los lectores. La edición es perfecta.
Hace pocos días me llegó un mensaje de Andrés Páramo, quien durante varios años ha sido el ángel protector de las páginas de opinión en El Espectador, despidiéndose de todos los columnistas y contándonos que se marcha para aventurarse en ese apasionante y misterioso mundo editorial.
Me emocionó leer los agradecimientos de los columnistas. Todos le enviaron mensajes de cariño, deseándole buen viento y buena mar en su nuevo proyecto. También sentí alivio de saber que no era la única que muchas veces envía la columna contra reloj.
Como decía en una ocasión Héctor Abad Faciolince, los columnistas pasamos toda la semana pensando en la próxima columna y en que cada día se agota el tiempo para mandarla. Una vez enviada, la cabeza empieza a girar de nuevo porque “ya se acabó la semana otra vez".
Personalmente, lo que compruebo es que la vida pasa vertiginosamente: no acabo de escribir una cuando ya llega esa amenazadora fecha límite de nuevo y hay que cumplir a como dé lugar.
No conocí personalmente a Andrés Páramo. Tampoco a su antecesor, Nicolás Rodríguez, otro ángel revestido de paciencia y sabiduría. Me encantaría algún día darles un abrazo bien estrecho y amoroso. Son los que logran que esas páginas, día tras día, salgan diagramadas exactamente como se debe, sin problemas de gramática o palabras mal escritas.
Gracias, Andrés, por el respeto que tuviste con mis opiniones; por esa comprensión cuando me “cogía el tiempo” y la columna llegaba tarde; por corregirme y editarme con pulcritud y sabiduría; por haber desempeñado con profesionalidad y conocimiento esa labor difícil que no perdona un error y que no da tregua.
Así como te han escrito todos, te deseo éxitos mayúsculos en tu nueva empresa. No dudo que con tu disciplina, conocimiento y amor por la palabra escrita, tu proyecto editorial será un nuevo faro que nos alimente el espíritu. Gracias por estos cuatro años en que me ayudaste. Cuenta conmigo como una amiga de verdad.
Bienvenido Juan Carlos Rincón, quien desde ahora llevará las riendas de esta manada de columnistas a veces desbocados, otras lentos, otras encabritados. Estoy segura de que también nos ayudarás a cumplir cada semana con nuestro compromiso periodístico en esta estupenda y respetuosa casa editorial.
Posdata:¿No sienten vergüenza los partidos políticos, léase Liberal, Cambio Radical, Consevador, Unión, Verde, Polo, Progresistas, etc. de estar divididos, repartiendo avales a cualquier sinvergüenza, agarrados como perros y gatos, insultándose sin presentar ni una sola idea coherente, sin importarles un bledo el país? ¿Y los congresistas, ávidos de sus “pasajes en primera clase” a cualquier parte del mundo por cuenta de todos los contribuyentes? Yo sí me avergüenzo de ser gobernada por estos politiqueros sin vergüenza! ¡Qué espanto!
