Dicen varios textos que, cuando nació, su mamá no lo quiso y lo metió en una canasta y lo echó al mar (igual le pasó a Moisés... las canasticas de abandonar bebés estarían de moda). Llegó flotando hasta el pueblito de Ish Queriot, muy cerca de Judea, y lo recogieron. De ahí el apellido Iscariote.
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También dice que fue muy amigo de Jesús en la infancia (antes que Jesús desapareciera de la ciudad) y que incluso un día pelearon y Judas, en un ataque de rabia, lo mordió.
Dicen que, al regreso de Jesús, él mismo lo escogió para ser su discípulo (era el único de Judea, los demás apóstoles eran de Galilea).
Dicen que era un joven culto, sabía de contabilidad y por eso lo nombraron tesorero (nadie dice quién les daba el dinero). Los otros 11 discípulos no lo querían mucho porque era el que manejaba la plata. Se dice que llegaron a acusarlo de robársela algunas veces. Además le tenían un poco de celos porque era el más amigo del Maestro.
También que Jesús y él ya tenían acordado lo de la traición, porque así estaba escrito. Y por eso fue que mientras los demás apóstoles dormían a pierna suelta (después de tomarse todo el vino en la última cena), los únicos despiertos eran Judas y Jesús.
Dicen que lo entregó con un beso, porque esa era la costumbre de la época para saludar a los superiores. Y que todo ocurrió como lo habían planeado.
Dicen que no corrió a ahorcarse, sino que con el dinero que le pagaron los romanos compró un lote y se cayó por el barranco. Por eso lo encontraron ya descompuesto e hinchado.
Dicen que le metieron la culpa de todo porque era el único judío y como Pilatos entregó a Jesús a los judíos para que lo crucificaran, de allí nació el antisemitismo.
Dicen que ocupa un lugar privilegiado al lado de Jesús porque se la jugó toda al aceptar pasar a la historia como la encarnación del mal, la traición, el condenado eterno por la literatura, el arte, la música y el recuerdo eterno (Dante lo puso en el peor sitio de su infierno). Los pintores famosos, Caravaggio, El Bosco y Miguel Ángel también lo calificaron de monstruo diabólico.
Personalmente, le doy las gracias. Sin ese beso delator no hubiera existido crucifixión, ni muerte, ni resurrección, ni cristianismo, ni luteranismo, ni catolicismo ni nada.
Sin Judas, el mensaje de amor, de igualdad, de perdón, ese legado de Jesús, no hubiera trascendido ni marcado toda la historia de la humanidad en dos: Antes de Cristo/Después de Cristo. No tendríamos Vaticano, ni papa, ni iglesias, ni santos ni pecadores. No hubieran existido las cruzadas, no existiría la Semana Santa.
No sé cómo sería la historia. No tengo ni idea qué hubiera pasado. Le doy gracias a Judas Iscariote. No sé qué hubiera pasado con mi vida, porque si bien no me considero católica practicante ni creo en todas sus leyes, Jesús de Nazareth ha sido mi maestro y mi guía, mi brújula y mi norte... y su revolución de amor, perdón e igualdad ha marcado mi camino.
Todo tiene su igual y su contrario. No habría noche sin día, ni Luna sin Sol, ni placer sin dolor, ni riqueza sin pobreza, ni honestidad sin corrupción, ni el bien sin el mal, ni salud sin enfermedad... y así podría seguir indefinidamente.. Tesis, antítesis.
Posdata. Esta Semana Santa de tormentas, inundaciones, pandemia y confinamiento es la oportunidad ideal para reflexionar, perdonar y perdonarnos, y reconocer que todos somos hermanos e iguales. Le mando a través del universo un beso de amor a ese Jesús superestrella que me tendió su mano amorosa cuando estaba sumida en la oscuridad. Y a Judas, el de Ish Queriot, ese niño abandonado, le doy las gracias una y otra vez.