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En medio de tanto desbarajuste, incógnitas, polarización, desesperanza y tristeza, me llega un regalo en forma de libro. Su carátula es la foto de Humilda, la West Highland White Terrier proveniente de las tierras altas de Escocia, la compañera, la amiga incondicional, la confidente de Alonso Sánchez Baute durante 14 años.
Fueron 14 años de convivencia diaria, de paseos por el parque, de compenetración misteriosa, de amistad, de momentos, de conocimiento mutuo a través de miradas cómplices o severas, en los que se fue creando un vínculo indestructible, poderoso, íntimo y sagrado.
Lo leo. Lo subrayo. Lloro. Me río. Los visualizo. Varias veces me encontré a Alonso paseando a Humilda, sin correa, camino al parque. Encuentros breves en Bogotá, Humilda irradiando alegría, blanca como la nieve, él pausado y tranquilo. La mirada de Humilda no sé por qué la tengo grabada y eso que no soy tan perruna. Soy más gatuna.
Digo que recibí un regalo. Alonso Sánchez Baute siempre me ha sorprendido por su fuerza literaria, por su prosa sin maquillaje, por su versatilidad y entrega total en cada uno de sus libros.
Cada obra suya es diferente, con el común denominador de que todas estremecen y tocan fibras ocultas. Líbranos del bien, que a mi juicio debería estar en todas las bibliotecas, colegios y universidades. Las formas del odio, Parábola del salmón, Al diablo la maldita primavera, en las que se desgarra el alma. Leandro, llena de paisajes y anécdotas de esa leyenda vallenata, tierna y emotiva. Sus aportes decisivos con la colección Futuro en tránsito, de la Comisión de la Verdad, un verdadero tesoro para todos los colombianos que buscamos la paz.
La mirada de Humilda es diferente. Como se lee en la contracarátula: “Alonso Sánchez Baute nos regala en este bellísimo libro un retrato de una amistad y cómo los verdaderos encuentros nos cambian para siempre. Con una voz narrativa tan sólida como triste, esta es la historia de dos seres que se observan, se sostienen, se quieren y un buen día, como ocurre en la vida de todos los seres vivos, deben despedirse”.
Retomo a Sánchez Baute: “Es imposible no sentir dolor cuando muere un ser que te dio tanta alegría y descubrió para ti el significado de algunos valores que solo conocías de oídas. Es imposible no sentir dolor cuando se va alguien a quien le hablabas todos los días, a quien le contabas lo bueno, pero más aún lo malo que te ocurría, o lo que pensabas o imaginabas. O lo que oías. Esos 14 años que estuvo a mi lado son la historia personal más larga, intensa y enriquecedora que he tenido. No hay un solo recuerdo mío en todos esos años en el que ella no esté presente. Es imposible no sentir dolor. (...) Quedan sus miradas, desperdigadas por todo el apartamento. Y su alegría”.
Decía Lorca: “Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol”.
