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INACEPTABLE POR NO DECIR GROTESco, desde todo punto de vista, la pretensión de algunos congresistas que, aprovechando el caos de estas vísperas electorales, tratan de meter un mico gangrenado para que pase de agache en el Senado y ellos se aumenten las pensiones un veinticinco por ciento... Sí: 25%.
Causa estupor cómo Honorables Padres de la Patria (HPP), que lo único que han hecho a través de décadas es aumentar estómago y bolsillo, se atrevan ahora, que les está llegando la hora del retiro forzoso porque los abdómenes y el calendario no les da para más, a alcahuetearse entre ellos una “subida de mesada” a costa de todos los contribuyentes, sin importarles un bledo la pobreza, el desempleo, la tragedia de los desplazados, la carencia de dinero para cubrir siquiera las necesidades básicas de millones de colombianos.
Causa estupor ver que el Gobierno Central no ha rechazado de manera enfática y tajante esta monstruosidad. Tal vez porque necesita los voticos amarrados para ayudar a elegir el santico de su devoción. Tal vez porque tenga el terror “encrucijado” en el alma al ver que se avecinan vientos de cambio y de cambios fundamentales.
Causa estupor comprobar que senadores y representantes elegidos por el pueblo, no siempre libremente sino sobornado por promesas o sancochos de última hora, pero que han jurado cumplir la Constitución y las leyes, se atrevan a robarle al erario público para poder retirarse a finiquitar sus días con la billetera repleta, las promesas incumplidas y la conciencia sin estrenar.
No podemos, los colombianos, permitir semejante atropello. No sé cuáles son los mecanismos para detener este “mico” que se viene cocinando hace mucho tiempo. Lo único que sé es que hay que pararlo, sacarlo de la olla podrida y quemarlo en la hoguera donde se tienen que empezar a quemar todas las corruptelas, los trueques, las dádivas y las componendas que han hecho de Colombia uno de los países más corruptos del planeta.
El ponente de semejante robo al erario público es nada más ni nada menos que un yerno del ex presidente Guillermo León Valencia, quien se caracterizó por su verticalidad y honestidad. Estoy segura de que estará revolcándose en su tumba, hecha de ideales, poesía, paisajes y bohemia. A Aurelio Iragorri, y lo digo con nombre propio, le debería dar vergüenza ser el vocero de este atropello. Debería recordar que pertenece, por lo menos políticamente, a una casta de prohombres que jamás se dejaron sobornar, ni se enriquecieron a costa de su país, ni se dejaron tentar por el poder corrosivo del dinero. Popayán se debe estar rasgando las vestiduras. O por lo menos el Popayán que recuerdo, y que mis antepasados me enseñaron a respetar.
¿Pasará? ¿No pasará? ¿Los colombianos nos dejaremos meter este gol? Invito a todos los ciudadanos del común, que deseamos un reverdecer en nuestra política, nuestras leyes y nuestro futuro a que nos unamos, como en Fuenteovejuna... Todos a una... para manifestar nuestro rechazo a esta propuesta que debería teñir de rojo vergüenza la cara de más de un político honesto.
