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UNA COSA ES LA TAN CACAREADA libertad de expresión, la libertad de prensa, la condena a las chuzadas, la falta de respeto y violaciones de derechos a periodistas y comunicadores, las amenazas contra su integridad física o la de sus familiares y otra muy, pero muy distinta, el periodismo amarillo, la morbosidad asqueante, la excitación ante una noticia o comentario que pueda generar chismes, o disparar consejas.
Me refiero concretamente a la patética, antiética, bochornosa e irrespetuosa manera como los noticieros colombianos, prácticamente sin excepción, y la prensa hablada y escrita se han referido a los comentarios escritos de los tres gringos liberados en la ‘Operación Jaque’ sobre Íngrid Betancourt. Como si se relamieran de gusto al pregonar a los cuatro vientos estas “apreciaciones” escritas por tres individuos mediocres, incultos, tal vez empleados de la CIA u otra agencia de esas nefastas y abundantes de la era Bush, que salieron de su cautiverio como si se hubieran tragado una escoba, mudos, tiesos, autistas, a quienes se les prohibió abrazar a sus familiares al aterrizar en medio del desierto, a quienes estuvieron aislados como si tuvieran lepra y quienes de la noche a la mañana resultan escritores de best seller, señalando con dedos untados de envidia y resentimiento a sus compañeros de cautiverio, ensañándose especialmente contra Íngrid Betancourt.
Grotesco el libro. Grotesco leérselo. Más grotesco todavía darle cabida a esta basura en los medios de comunicación. No sé por qué, desde hace unos meses, siento, “tengo el feeling” para hablar en gringo, de que Íngrid despierta envidias irracionales, que no le perdonan estar libre, tranquila, rodeada de amigos y familiares. Que su bienestar produce bilis, por decir lo menos, de muchos colombianos. Que hubieran preferido dejarla que se pudriera en la selva, con su cabello largo, sus ojos ya casi cerrados para siempre y sumida en el más profundo dolor. Que les diera rabia verla triunfante, condecorada, admirada por el resto del mundo. Que no le perdonan su altivez de espíritu, su fortaleza de acero, su no dar concesiones ni admitir manoseos.
El libelo de los gringos es lo de menos. Profanaron un deber casi sagrado de enterrar en la selva lo vivido y padecido en la selva. No es raro. La m… vende y “God is money”. Jamás soñaron estos asalariados norteamericanos que se iban a volver famosos por escribir basura y esparcirla por el territorio colombiano sin pudor.
Me uno a las voces indignadas de Sigifredo López, de Jara, de Consuelo, de todos aquellos que nos sentimos asqueados de nuestro propio periodismo y de la condición de nuestros compatriotas. Respeto por Íngrid. Respeto por todos los que han vivido el infierno. Respeto por esas almas enteras, valientes, que nos han dado a todos los demás una verdadera lección de dignidad. Gringos, “stay home”. Ojalá sellaran su boca y conocieran la palabra respeto. Mucho pedir.
