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Insisto

Aura Lucía Mera

23 de noviembre de 2021 - 12:30 a. m.

En mi columna anterior, titulada “Pedófilo vs. pedosexual”, me refería a la película Por la gracia de Dios, que narra la insistencia de un adulto abusado sexualmente de niño por un sacerdote en Lyon (Francia), su terquedad y determinación de investigar hasta el fondo este crimen, que terminó con la Iglesia católica aceptando el abuso a más de 300.000 niños y obligada a vender sus propiedades para indemnizar a las víctimas. Alemania, Estados Unidos y Holanda también están sacando a la luz pública todas estas aberraciones, condenándolas.

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España, Italia y naturalmente Colombia se niegan categóricamente a destapar estos crímenes y abusos. Tapan la caca del gato bajo la alfombra púrpura y sagrada. Impiden investigar. No entregan archivos. Dilatan. Minimizan. Siguen protegiendo a sus pedófilos cambiándolos de parroquia, los años pasan y las leyes prescriben... y no sucede nada.

Acaba de salir a la venta Este es el cordero de Dios, a pesar de todos los intentos de la Iglesia en Colombia para prohibir su publicación. Su autor, el periodista Juan Pablo Barrientos, tiene una vida que merece en sí otro libro o una película. Su mama, de la alta sociedad, lo concibió extramaritalmente cuando eso era pecado inconcebible y la obligaron en secreto a dar el niño en adopción en un barrio humilde de Medellín, no se fuera a armar el escándalo. Pues bien, luchando como el salmón contra la corriente Barrientos logró abrirse camino, ganar becas, estudiar periodismo y hacer una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown. Historia con final feliz, pues pudo conocer a su mamá biológica, que vive en Nueva York, reconciliarse y disfrutar ahora de sus dos familias.

Este es el cordero de Dios, editado por Planeta, se convirtió en el libro más vendido. Ganó tutelas y zancadillas. Barrientos, después de investigar a fondo, denunció públicamente que fueron al menos 38 los sacerdotes que abusaron repetidamente de un joven en Villavicencio, alcahueteados por el arzobispo de esa ciudad, Óscar Urbina.

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Parece que los curas acuden al Código Canónico que admite que cada diócesis mantenga un archivo secreto al cual solo pueden acceder el obispo o el vicario, donde “reposan ad aeternum todas las denuncias celestiales y terrenales” que tratan de abusos de niños, niñas y adolescentes. A pesar de que el Concordato de Colombia con la Iglesia católica terminó en 1993, algunas cláusulas siguen vigentes, como la del fuero eclesiástico. ¡Qué vergüenza!

Vale la pena destacar que Urbina y Ricardo Tobón, arzobispo de Medellín, son los dos prelados de alto rango y poder con más denuncias conocidas por encubrimiento a curas pederastas.

A mí no me extraña, aunque me estremece. Colombia siempre ha sido pacata, donde el Poder con mayúscula de la Iglesia católica ha sido mayúsculo en lo político, social y económico. De nada vale que la Constitución hubiera declarado el Estado como laico. Aquí siguen gobernando los que se ponen una manito en el pecho mientras la otra apunta hacia otro lado. País confesional, rezandero de labios para fuera y cómplice callado de asuntos tenebrosos.

Me gustaría saber si existe aquí alguna institución seria que esté removiendo todos los casos de pederastia que se han cometido desde que llegaron los curas con los conquistadores. Cuántos cientos de miles de niños y niñas sometidos por las sotanas sagradas. Y las actuales, porque todos sabemos y nadie habla de lo que sigue sucediendo, bajo el silencio del fuero eclesiástico.

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Posdata. Bien por Juan Pablo Barrientos. ¡Esto sí es valor! Ayudemos a limpiar esta institución que dice predicar la palabra y las enseñanzas de ese nazareno que está próximo a nacer otra vez.

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