No salgo de mi indignación.
El atrevimiento de Viviane Morales, el “pastor” Lucio y otros de-mentes estrechas, cavernarias, fundamentalistas, incongruentes, de querer pasar una ley que impide la adopción a mujeres y hombres solteros, o a parejas del mismo sexo que deciden casarse o vivir juntos por amor, está por fuera de mi entendimiento.
Colombia es, creo sin equivocarme, el país del mundo con mayor índice de maltrato infantil y violencia intrafamiliar. Todos hijos biológicos de “parejas normales y heterosexuales”. No conozco un solo caso de algún niño o niña maltratado, violado o abusado por madres adoptivas, solteras u homosexuales.
Y si el “pastor”, su cónyuge cristiana e inmaculada y sus seguidores lo que quieren es que todos formemos familias a imagen y semejanza de la Sagrada Familia, pues a buen palo se arrimaron... Jesucristo, y así nos lo han enseñado, repetido y martillado desde que tenemos uso de razón, y sus parientes no fueron el mejor ejemplo de familia. Me explico:
María, una joven pueblerina sin mayor educación, virgen, hija de humildes campesinos, creo que analfabetas, se vio sorprendida una tarde calurosa en su habitación por un ángel del cielo que portaba una paloma blanca y le comunicaba, entre luces cegadoras y batir de alas, que tendría un hijo. Así, por las buenas.
Cuando Ana, su madre, se entera, corre y convence a un carpintero mayor que ella —por cierto, no se conoce ni un asiento hecho por el buen hombre, ni una mesa— y lo convence de casarse con la joven. No estoy segura de quién los casó, porque el matrimonio católico fue posterior a este suceso, y además no figuran en la historia ni la boda, ni los padrinos, ni la fiesta.
Tienen que huir montados en un burro. Cuentan que querían matar a todos los niños de la aldea, quién sabe si fue que tuvieron que salir corriendo ante el escándalo de esta unión apresurada.
Los únicos testigos del parto fueron una mula y un buey, animales estériles que no pueden procrear, o sea que el “gustico democrático” no lo disfrutó ni antes ni después la pareja. Dice la historia que María siguió siendo virgen; curioso en una época en que no estaban de moda las restauraciones vaginales.
Pésimos padres. El niño inquieto con alas invisibles se les escapaba a cada rato y se iba al templo a dar cátedra de filosofía o de cualquier cosa, enfureciendo a los “sabios” de la época. Y fue tan poca o nula la atención que le pusieron que se les esfumó durante 30 años sin que hubiera sido posible dar con su paradero. José y María siguieron su vida tan campantes, sin hacer alharaca por el primer desaparecido conocido de nuestra historia.
Jesús regresó vuelto un bacán. Pelo largo, barba, túnica que se lavaba sola, albarcas; llegó a hacer la revolución: paz, igualdad, amor, perdón. Su íntima amiga y amor eterno, una “mala mujer”, y su parche, 12 pescadores rudos y pendencieros. Sus papás no dijeron ni mu, lo respaldaban con amor. Así sacara a fuete limpio a los mercaderes de los templos, convirtiera el agua en vino, se dejara acariciar de los leprosos y resucitara a sus amiguis. María, contenta porque la ropa de su hijo rebelde se lavaba sola.
El catolicismo y demás iglesias afines se dedicaron a comerciar con la imagen de Jesús para beneficio propio en poder político y económico. Traicionando su mensaje de amor, paz e igualdad.
Pensar que de esta familia extraña, desplazada, nada convencional, salió el revolucionario del amor, del respeto y la tolerancia, y que, ahora, los que se proclaman sus “seguidores” son sus más grandes fariseos; esos que Él tanto combatió y aborreció son los que nos quieren dar cátedra y prohibir que hombres y mujeres adopten, eduquen y cuiden con amor a niños abandonados, maltratados, abusados por sus “padres normales biológicos”.
Inaceptable y grotesco. Fuera de contexto. Los colombianos tenemos la obligación de impedir que este esperpento de ley tenga alguna aceptación.
Posdata. Jesús es mi personaje favorito. Mi amigo y mi ejemplo. Gracias a su rebeldía y su mensaje he podido salir adelante. Lo amo.
