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La fuerza de los gamonales

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Aura Lucía Mera
01 de junio de 2010 - 03:36 a. m.
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AMANECE WASSENAAR EN MEDIO de vientos huracanados.

Pareciera que el Mar del Norte quisiera romper los diques que protegen las ciudades holandesas, todas bajo el nivel del mar. Amanece el día envuelto en nubarrones grises, pesados, tristes. Amanece en frío plomo. Mientras el resto de Europa se vuelca a las playas y bronceadores, bikinis y pamelas de colores colorean el ambiente,  Wassenaar se cubre de granizo y lluvia eterna. Un café humeante en la mano. Abro internet para ver los resultados de la primera vuelta electoral en Colombia, y un frío me penetra, no sólo los huesos, sino el alma. La diferencia es demasiado grande. No acierto a explicarme lo sucedido.

¿Qué pasó con las encuestas? ¿Qué pasó con el electorado joven que se ha debido lanzar a las calles como un tsunami verde para depositar su confianza en la esperanza? ¿Dónde están esos millones de colombianos que pudieron votar y no lo hicieron? No tengo, en verdad, ninguna respuesta que me satisfaga, pero sí tengo una certeza íntima, aunque indemostrable en la práctica, de lo que pudo suceder.

Los gamonales. Los caciques políticos. Los que detentan el poder de nombrar o “desnombrar” subalternos, de atemorizar al empleado público si no vota por tal o cual candidato. Aquellos que hacen y harán lo que esté a su alcance para no perder el puesto, la prebenda, el contrato y la tajada. Aquellos que sabían de antemano que si no se atornillan en sus cargos, no tendrán más remedio que ganarse la vida en otros menesteres. Aquella fuerza imparable manejada desde hace lustros por los que ya tienen la sartén por el mango. Aquella fuerza imparable que ordena votar por el continuismo, porque eso les significa continuar detentando poder.

Sin embargo, creo que estos veinte días pueden significar la oportunidad de cambio que Colombia tanto necesita. La diferencia en los resultados es grande, pero no significa la derrota. Es un llamado para despertar del letargo, para dejar de soñar que los cambios llegan solos. Para poner, uno a uno, y creo que somos varios millones, nuestro grano de arena, nuestro voto de confianza en un líder y un equipo que nos ofrece garantía de convivencia, de tolerancia, de honestidad y nos ofrece nuevos senderos para transitar. Para lograr el triunfo necesitamos actuar. Es patético que en un país de más de cuarenta millones de habitantes solamente hayan acudido a las urnas cuatro millones de personas que creemos que Colombia necesita un cambio de timonel. De nuevo la abstención, la indiferencia y la apatía son las grandes triunfadoras de esta primera vuelta. Éstas y los gamonales de pueblos, ciudades intermedias y veredas que ya están amarrados a sus puestos, que siguen ostentando el cacicazgo.

Me resisto a creer que, teniendo la oportunidad de diseñar un país diferente, permitamos que todo siga igual. La picardía, el cacicazgo, los amañes, la corrupción, el aire viciado de tantos años de caudillismo. Me tomo el café. Los vientos huracanados se están marchando y un rayo de sol se asoma tímidamente entre los grises. Siento que me entra al alma un rayito de esperanza .

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