Sabio el refrán que afirma: “Chi va piano, va sano e va lontano” (“Quien camina despacio llega lejos y sano”). Aquí en Colombia este consejo antiguo de la sabiduría popular se lo están pasando por manteca y a salto de garrocha desde que se conocieron los resultados electorales.
Pareciera que una epidemia de inmediatez colectiva nos está afectando a todos el coco, porque vemos al coco por todos lados: Petro es un coco guerrillero y Hernández un coco impredecible. Y pareciera que los medios, ay, los medios, estuvieran coordinados para acelerar la epidemia, dándole cuerda al coco porque da rating; porque quien juzgue peor al “otro” suma puntos; porque quien invente la chiva, sea verdadera o falsa, sube en rating; porque quien se rasga más las vestiduras y pontifica gana en rating.
La mayoría de los periodistas se convirtieron en sabios, en brujos agoreros, en jueces que señalan con un dedo al contrario olvidando que los dedos restantes los señalan a ellos. Algunos pregonan un apocalipsis, una conmoción interior, otros inventan un secuestro que no fue secuestro porque tienen la obligación y la obsesión de sacar trapos al sol a como dé lugar. Si pudieran, hurgarían en los calzoncillos de los finalistas a ver la contextura de sus heces.
Jamás había vivido una falta de respeto igual en ninguna víspera electoral. A Hernández lo tachan de ignorante, olvidando que Duque es prácticamente analfabeto. A Petro no le perdonan su paso por el M-19, mientras olvidan que Uribe y secuaces durante varios cuatrienios, incluyendo el que agoniza, estuvieron a cargo mientras los falsos positivos y el paramilitarismo apoyado por el Ejército y muchísimos empresarios. Olvidan que a Samper lo subió a la Presidencia el clan Rodríguez Orejuela, que los Castaño estuvieron pontificando en el Congreso de la República.
Ni Hernández ni Petro podrán cambiarle la cara a este país en cuatro años. Tenemos enquistados el odio y la corrupción hasta el tuétano de los huesos, hace varios siglos, desde el famoso Descubrimiento, cuando empezó todo. El que salga electo podrá vociferar, gritar, patalear, pero si no aterriza, respira hondo, se asesora bien y cae en la cuenta de que el famoso cambio se da pasito a pasito, lo único que conseguirá es revolotear más el avispero.
Imagino la frustración de los millones de seres que votaron por Gustavo Petro, gran orador de plaza pública, al darse cuenta de que la situación no cambiará de la noche a la mañana, de que no tiene la varita mágica. Y lo mismo sucederá si el triunfador es Rodolfo Hernández, empezando porque el término “corrupción” es algo genérico y tampoco se acaba de un día para otro. ¿Quiénes son corruptos? ¿Los políticos? ¿Los empresarios? ¿Los intermediarios? ¿Los narcos? ¿Los médicos? ¿Los curadores? ¿Los periodistas? ¿Los senadores? ¿Los concejales? ¿Los rectores? ¿Los alumnos? ¿Los cristianos? ¿Los católicos?
“No se hizo Zamora en una hora”. “Con paciencia y salivita fornicaba un elefante a una hormiguita”. “No por mucho madrugar amanece más temprano”.
Lo único cierto es que un buen primer paso es el inicio de una buena y larga caminata. Dejen la inmediatez, los juicios a priori, las condenas, las promesas. Los medios, salvo algunos, han pelado el cobre de la manera más soez. Los chats de “sabios” o “sabelotodos” dan ganas de borrarlos antes de leerlos. Esta epidemia electoral lo único que está dejando es basura, paranoia, ilusiones falsas y enfermedades mentales.
Invito, aunque nadie acepte, a apostar por la cordura y al respeto. Lo merece el pueblo colombiano. Unámonos en torno a la paz y todo vendrá por añadidura. La triunfadora tiene que ser Colombia, con manos y mentes unidas. Cualquier otro camino y nos vamos todavía más “de culo pal estanco”. Se acabaron los refranes. ¡Acción y moderación!