Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

La otra Colombia

Aura Lucía Mera

09 de abril de 2012 - 06:00 p. m.

Ayer, 9 de abril, se cumplieron 64 años en los que no hemos dejado de matarnos.

PUBLICIDAD

Un 9 de abril partió la historia de Colombia en dos, y esa fractura nadie ni nada la ha podido soldar. Regreso de pasar una semana cerca de Puerto Gaitán, a la orilla del río Meta. Un vértigo de sensaciones zumban en mi cabeza. Una semana mezclada con los atardeceres más bellos que nadie pueda pintar, ventiscas súbitas, relámpagos que iluminan la noche y hacen estremecer la tierra .

Semana de ‘lanchear’ por esas aguas aparentemente mansas del río, en las que corrientes encontradas, bajos de arena imprevistos y fuerza desbocada requieren de hombres con ojos de águila y los cinco sentidos en alerta. Mirar esas barcazas que atraviesan el ganado y los caballos de lado a lado; los tractores haciendo surcos para revolver la tierra; divisar, en la ribera del Casanare, ya el piedemonte que inicia la selva impenetrable; extasiarse con los micos rojos que saltan de rama en rama; acariciar con la mirada los nidos de las oropéndolas o arrendajos, con sus pechos amarillos y esas alas negras, que compiten para mostrarle a sus hembras el mejor nido, verdaderas obras de arte.

Nos cuentan que están pagando quinientos mil pesos por venado que maten, ya que dañan las plantaciones del caucho. A lo lejos, se ven las lamas y los campos petroleros, el emporio de Fazenda, los latifundios de palma africana y los miles de árboles de acacia, junto con pueblos que surgen a la vera del camino de la noche a la mañana. Paisas, tolimenses, caucanos, santandereanos y vallunos conforman una vez más las nuevas colonias. Algunos, los antiguos, son los que llegaron a estas tierras huyendo de la muerte chulavita, después del asesinato de Gaitán. Otros, también antiguos como el dolor, huyendo de las balas inmisericordes de los paramilitares, y otros, de las guerrillas que perdieron su norte.

Cuesta trabajo creer, y comprobar —aproveché para leerme todos los libros de Alfredo Molano y empaparme de la historia testimonial de esta otra Colombia—, creer, repito, dejándose acariciar por los paisajes, que esta tierra privilegiada esté bañada por la sangre de millones de campesinos. Porque la verdad es que a los colombianos que vivimos apelotonados entre estas tres cordilleras, nos falta conocer la realidad de esta otra Colombia, abandonada, saqueada, violada durante centurias. Más ahora, en que una bonanza con todos los fierros le llega y abre las agallas de nuevo, con empresarios, latifundistas, compañías extranjeras, campesinos y rebuscadores.

Read more!

Pareciera que El Dorado ahora está en los Llanos y en la Amazonia. Esto puede ser o bien una bendición o la maldición eterna. Encoge el alma ver Puerto López y Puerto Gaitán, ya con hoteles de ochocientos mil pesos la noche y una vida nocturna frenética.

Ojalá el Estado logre hacer presencia, sentar reglas y normas, controlar abusos, vigilar la corrupción y la usura, y hacer realidad el sueño de paz y progreso de esta otra Colombia, que pareciera tener una nueva oportunidad sobre la tierra... Su tierra bañada en ríos de sangre que se confunden muchas veces en los rojos de los atardeceres. Esa Colombia es de todos. Pero para amarla hay que conocerla.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.