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Creo que todos los colombianos queremos la paz sin impunidad. Importante la marcha en las principales ciudades el sábado pasado.
Desgraciadamente se quiso calificar esta marcha como la “marcha uribista”, la “marcha elitista” de los adinerados ultragodos que no quieren ver a un guerrillero amnistiado.
Peligrosa esta polarización. En este proceso, que ojalá termine de una vez por todas, naturalmente tendremos que tragar sapos, pero personalmente creo que el resultado de estos diálogos no puede ser la absolución total de todas las atrocidades cometidas durante más de medio siglo.
No soy uribista. Nunca lo fui. Jamás voté por él, y me parece un hombre sinuoso y peligroso (ojalá no me demanden por injuria y calumnia, ya tengo varias pendientes). A lo mejor el personaje en cuestión es más santo que sor Teresa.
Creo en el proceso de paz. Quiero la paz. No me quiero morir en el escenario de la sangre derramada, de las masacres indiscriminadas, de los desplazamientos forzosos, de la inequidad, de la corrupción generalizada, de la politiquería amañada, de la justicia comprada...
Por eso mismo me pareció importante la marcha del sábado. Creo que hubiera podido ser multitudinaria. Lastimosamente se dio la sensación que era una marcha de paz de ultraderecha... y la paz no se puede dividir.
Hace muchos años, en los inicios de los movimientos guerrilleros, compartí muchos de sus ideales de justicia social, pero al ver que se convertían en máquinas de matar indiscriminadamente, de agredir a la población civil, de organizar masacres, de traficar con drogas, la repugnancia reemplazó cualquier empatía.
Siento que el Estado ha tenido mucha responsabilidad en esta sangría. Seguimos siendo uno de los países más inequitativos, donde la riqueza está concentrada en muy pocas manos y el campesinado siempre ha sido considerado como “peón de brega”, sin derechos ni oportunidades... Pero esto es ya leche derramada.
Tenemos derecho a la paz. Pero no con total impunidad. De ninguno de los sectores. La guerrilla tiene que responder por crímenes de lesa humanidad y el Estado, por sus garrafales errores.
La paz no puede convertirse ahora en santista o uribista. Somos los ciudadanos del común los responsables de nuestro futuro cercano. Y si la politizamos, no solamente continuaremos matándonos, sino desgarrándonos todavía con más saña.
Todos somos colombianos. No importan nuestras preferencias políticas. No podemos permitir que las marchas sean con nombre propio. No existen dos clases de paz. Es una sola. Y todos tenemos la obligación de poner nuestro grano de arena, mirarnos a la cara, pedir perdón por nuestras acciones u omisiones y responsabilizarnos de nuestros actos.
La marcha del 13 fue algo importante. ¡La paz no puede permitir la total impunidad!
P.D. No sé por qué, pero a veces me da la sensación que la familia Sarmiento Angulo compró El Tiempo para salir todas las semanas en las páginas sociales... O los fotógrafos áulicos necesitan tomar esas imágenes para “quedar bien con el patrón”... Otra cosa que me pregunto: ¿Algún columnista de El Tiempo se atreverá a escribir contra alguna de las empresas del propietario sin que lo boten a la calle? Preguntas sueltas.....
