Hace unos días, en una placita de tientas bajo las faldas del Cotopaxi, que brillaba como un diamante cubierto de nieve, espléndido, desnudo al sol, bajo ese cielo azul que sólo se ve en la sierra ecuatoriana, un grupo de amigos aficionados capoteaban unas vaquillas.
Se deleitaban con el capote y la muleta, repitiendo verónicas y naturales. De pronto una erala, que prometía bravura y nobleza, se coló por un burladero y se salió a campo traviesa embistiendo todo lo que encontraba a su paso: canecas, la carpa de las bebidas, un jeep. Unos campesinos que se encontraban desprevenidos tuvieron justo el tiempo de tirarse a una acequia. Otros, más atléticos, se subieron a las ramas de un árbol. La vaquilla, impredecible, se arrancaba contra todo lo que estuviera a su alcance.
Casi una hora después, chagras baquianos y experimentados lograron enlazarla y devolverla al ruedo. Pero la vaca estaba fuera de sí, había perdido el norte. La nobleza y la bravura se transformaron en un correteo errático. Ni capote ni muletazo lograron volverla a su estado natural. Obviamente, entre aficionados y ayudantes, lograron devolverla a su cajón para después enviarla de nuevo a los páramos.
No sé por qué se me presentó la imagen del expresidente Uribe. Igual que una vaca loca que perdió dignidad y rumbo, cuya única obsesión es ahora arremeter contra todo el que no esté de acuerdo con él.
Ya los colombianos, y creo que cada vez somos más, estamos hasta las narices de sus trinos agresivos y burdos; de sus zarpazos verbales e iracundos contra las cortes, los fiscales, los procuradores, los actuales gobernantes. Ya Lula da Silva “temblaba ante Chávez”. Los funcionarios detenidos de su círculo rosa son “falsos positivos”; los cuestionamientos al DAS, Inpec, Estupefacientes, AIS, “persecuciones motivadas por el deseo de venganza”. Insiste lunáticamente en defender lo indefendible: a Noguera, a Hurtado, a Arias, a Moreno, a Sabas Pretelt… Todos son pobres criaturas honorables, inocentes, pulcras y diáfanas.
Como Dr Jekyll and Mr Hyde, como el Doctor Merengue y su sombra, como la vaca loca en la placita bajo el Cotopaxi. ¿Son, acaso, dos personalidades? ¿O siempre fue el mismo y logró, a punta de goticas extrañas, camuflar su verdadero ser? ¿Un ser humano normal puede realmente estar tan lleno de odio por falta de poder? ¿No tiene límites? ¿O tal vez será que no tiene dignidad?
Parece un tornado que quiere arrasar con tormentas de arena, rayos, centellas y ventarrones todo vestigio de civilización, proyectos, ideas, juicios y políticas que no estén bajo su batuta. Exterminador es una pera en dulce. Mejor dicho, se salió de madre, como la vaquilla, pero con resultados más graves. ¿Hasta dónde será capaz de llegar en su irracionalidad?
Yo sugeriría, simplemente, que los medios de comunicación se volvieran más serios y no le dieran tanta pantalla a cada exabrupto que escriba o declare. Si este país quiere seguir para adelante, encontrar la cordura, la tolerancia, la paz y la justicia, tiene que empezar por impedir ese repiqueteo incesante de novillo irrespetuoso. Ya raya en la insensatez. De lo contrario, seguiremos en la vacaloca forever and ever. Amén.