A los 23 años, y recién salido de la Nacional con el título de abogado, economista, especializado en derecho del trabajo, viajó a Europa. Eran los años cincuenta. En París vio cómo el Ministerio del Trabajo se convertía en un ministerio para formar trabajadores que ayudaran a levantar al país como el ave fénix. El resto de Europa seguía el ejemplo. Esa visión cambio su brújula y la de Colombia.
Me refiero a Rodolfo Martínez Tono. Llegó a Bogotá con la obsesión de crear un organismo de formación profesional en Colombia. Un instituto de capacitación obrera. Su antiguo profesor, Castor Jaramillo Arrubla, entonces ministro de Trabajo, lo autorizó a utilizar aulas de la Universidad Nacional en horas nocturnas, para arrancar con el proyecto de formar jóvenes en oficios puntuales que les permitieran capacitarse y acceder así a empleos.
Rodolfo salía a perifonear por los barrios invitando a los jóvenes. Las clases eran totalmente gratuitas. Se iniciaba así la verdadera revolución laboral en Colombia. Posteriormente, y todavía durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, se creó formalmente el Sena. León Renault se vino de Bélgica y se radicó en el país durante cuatro años mientras la institución tomaba fuerza y se ampliaba.
El Sena se inició con algunos jóvenes. Durante estos sesenta años han pasado más de 20 millones de colombianos por sus aulas. La educación profesional de este país, dirigida a la clase obrera, se debe a este hombre, líder innato que tuvo que desafiar las clases dirigentes y empresariales, quienes veían con suspicacia a esos “obreros que estaban aprendiendo tanto”.
Actualmente, el Sena está formando a 1’600.000 jóvenes. Rodolfo Martínez Tono estuvo al timón por más de 20 años. Pero supo entregar el mando. Su ciclo se había cumplido, aunque todavía guardaba muchos proyectos. Sus sucesores, con muy raras excepciones, han estado a la altura de este compromiso. Sin el Sena, Colombia no tendría la clase obrera más capacitada en sus oficios de América.
Rodolfo, ya en sus 85 años, fue el verdadero revolucionario. Sin armas. Sin demagogias. Él, sus sueños, su dinamismo y su energía sin límites, lograron que Colombia diera el mayor salto cuantitativo y cualitativo de su historia.
Un hombre que ha recibido todas las condecoraciones, de las cuales jamás se vanagloria. Un hombre que entendió que solamente en el servicio a los demás está el verdadero destino del ser. Sencillo. Un ser humano irrepetible que Colombia jamás puede ovidar. La Revolución con mayúsculas no se hace con sangre sino con el corazón y el conocimiento. La verdadera revolución es con los lápices y no con los fusiles. Así renació Europa. Así tiene que ser. Rodolfo Martínez Tono, gracias por existir.
P.D. ¿Nadie se dio cuenta de las andanzas de Santoyo? Nadie sabe, nadie vio, nadie responde. Qué vergüenza. No sólo la cobardía de la negación sino la doble moral que nos tuvo amarrados y a muchos “ cuentiados”. A dar la cara. ¿Serán capaces?