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Recuerdo un dicho muy popular que afirma “en bellezas y bondades, la mitad de las mitades...”. Refrán sabio que en el caso de estas elecciones se quedó corto.
Cuando empezaron la “puja” por la Presidencia todos los precandidatos posaban sonrientes, inocentes, bondadosos, prometiendo el oro y el moro, acariciando niños, posando sus limpias manos en cabezas sudorosas de campesinos, metiendo sus piececitos sin callos en los barriales del Chocó y Buenaventura... Con ellos, Colombia encontraría la felicidad, la abundancia, la salvación. Sin ellos, todo quedaría estancado.
Holmes, Zuluaga, Pachito, Peñalosa, Clara, —no nombro a Aída Avella porque me merece respeto—, jugaban a ser el hada madrina de la Cenicienta colombiana, léase país. Con manitos sudorosas de ansiedad, parecían tener una varita mágica que cantaba “Sadacabula, Machicabula, Bíbidi Bábidi Bú”. Todo se logra con solo decir “Bíbidi Bábidi Bú”. Y el milagro se iba a realizar. No más pobreza. No más desaparecidos. No más lágrimas. No más analfabetismo. No más nada malo. Ellos cambiarían todo con un movimiento de su varita mágica.
Zuluaga, el de la sonrisa “moviestar”, tan modosito, tan transparente, tan educadito, tan seriecito, tan chiquito y tan pulcro, que incluso da la impresión de haber nacido sin pecado original, de pronto se ve con el fango hasta el cuello. Su “asesor espiritual” (no sé por qué una persona tan limpiecita de todo mal necesitaba un asesor del espíritu...) resultó más torcido que olivo viejo, y “el matemático”, un fundamentalista línea Bin Laden, más peligroso que un tiro en un ojo.
Pachito, el “primo”, hasta hace poquito víctima de Zuluaga y su mentor, ahora se convirtió, pero en una arenga lo traicionó el vínculo sanguíneo, y se le chispoteó “que había que votar masivamente por Santos”. Su santo primo y endiablado enemigo. Me pregunto, ¿qué diria Freud: acto fallido? ¿Traición del subconsciente? ¿Complejo de Electra o Edipo? ¿Fijación oral? Nunca sabremos, pero el padre del sicoanálisis debe estar carcajeándose donde esté, metiéndose una buena dosis de coca y morfina donde nadie lo juzgue...
Fernando Londoño no tuvo inconveniente de tildar prácticamente de “sicarios” a Enrique y al actual presidente, su hermano. Se le salió toda esa ira contenida y esa rabia sorda que lo ciega, y que solo Freud nos podría explicar de dónde viene, o si fue que nació así. Ya hasta en las fotos aparece con los ojos desorbitados y babaza en la boca torcida por el rictus de la peste de rabia. Rabia en general. Me produce miedo, lo confieso.
Con Holmes y Clara el Dr. Sigmund también tendría para rato. Uno, hijo de un feroz liberal, se convirtió en radical inquisidor de ultraderecha y la otra, nacida en “ noble cuna greco-chibcha” y bautizada con linos y cucharitas de plata, le dio por militar en el marxismo colombiano y demostrar que es una mujer de pelo en pecho.
Peñalosa es el contendor más normal. Y el único, que en caso de que el presidente no gane las elecciones, no mandaría a este país por al abismo sin fondo.
Dejémonos de apoyar esta manada de orates peligrosos y sin escrúpulos y votemos santamente por un país en paz.
