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Una versión de los hechos. Quince años de trabajar en talleres de lectura y escritura en cárceles son el fruto de este libro. Su autor: José Zuleta Ortiz. Una pequeña obra maestra.
Me dejo llevar por mis recuerdos cuando visitaba la cárcel de Vista Hermosa (antes se llamaba Vista Alegre), un establecimiento inaugurado en 1958 en un lote del barrio Unión de Vivienda Popular, ambos un negociado que jamás llegó a tribunales. La cárcel, diseñada para 900 personas, desde su inicio tuvo fallas de construcción, cañerías mal diseñadas, materiales baratos, en fin. Todo un gran negocio para su arquitecto y constructor, la crónica de desastres anunciados para los detenidos.
Mi primera visita fue en 1968. Ya existía el hacinamiento, la falta de higiene básica. Fue caminar por el infierno, oler infierno, injusticia, desolación… Me di cuenta de que no tenían talleres para ocuparse. Se inauguraron un año después. Actualmente sobreviven como animales más de 4.000 reclusos.
En visitas posteriores escuche sobre Tony, un jovencito aislado en una celda de castigo. Supe que era un dibujante extraordinario. Le llevé una pequeña foto de mis hijos (cuatro añitos) gemelos y me entrego un dibujo a lápiz que todavía tengo enmarcado, obra de arte. No supe jamás de él…
Me interesa ese mundo: hombres, mujeres, jóvenes y adultos, privados de su libertad, muchos de ellos por delitos menores, que se pudren y envejecen encerrados porque no tienen ni influencias ni dinero, un abogado o alguien que se interese por ellos.
Pepe inició sus talleres de lectura y escritura en Cali. Quince años, acompañado de escritores que jamás se rindieron ante las requisas inhumanas y humillantes, las colas para poder ingresar hasta las bibliotecas de los penales.
Una versión de los hechos. Un libro extraño, casi un poema de dolores y esperanzas, amores y frustraciones. En él nos comparte historias escritas por las presas mujeres, muchas de ellas menores, víctimas antes que victimarias, de un sistema corrupto, irracional, más violento que la vida “afuera”.
Historias que tienen un común denominador de familias rotas, maltratos, hambre, celos. “Un país de cuarenta y cinco millones de habitantes, con un millón de ciudadanos asesinados, muchos de ellos por el Estado. Con ocho millones de víctimas, muchas de ellas del mismo Estado, y cinco millones que se han ido...”. “Si despenalizaran el comercio de sustancias prohibidas, saldrían en libertad la mitad de las mujeres que están en la cárcel”.
Se me anuda la garganta con la historia de la niña campesina que mató al asesino de su papá. Se entregó porque el párroco la convenció de que había pecado, luego abusó de ella en la cárcel, la dejó embarazada, la convenció de que su hijo “era hijo de Dios”, huyó, su bebé se lo quitaron y lo dieron en adopción, hasta que sus compañeras le ayudaron a “la bondad de los nudos”, a anudar bien la sabana para su suicidio. “No hay mayor bondad que ayudar a morir a alguien que quiere y necesita morir”.
“La mejor escritora de mi taller tiene miedo. Siente miedo porque hace quince años está en prisión y ahora a punto de salir. Dice que ya no sabe vivir libre”.
“Aquí la justicia brilla por su ausencia. Alla afuera está el mundo. Aquí adentro las representantes de la ley: la carne de los códigos. Sin adentro no hay afuera. Sin encierro no hay fuga. Y aquí de fugas, las de tintas y los sueños”.
“En la cárcel no hay libros mansos: son rutas de escape, guías de fuga”.
Chapeau a Pepe José Zuleta Ortiz. Plagio un comentario de la contracaratula: “De lo vio, vivió y escuchó surge esta novela que nos revela perspectivas y personajes que no habían sido narrados en la literatura colombiana”.
