ASÍ COMO ÚRSULA IGUARÁN ES LA columna vertebral de Cien años de soledad, Josefina Palmera Pupo nos recuerda, con más de 100 años, la historia de su tierra, Valledupar: “No hay nada más falso que la verdad pues, cuando muchas personas ven al tiempo una misma escena, cada una la entiende, la siente o la reconstruye de diversa manera”.
Palmera, la mujer que desenreda el ovillo de Líbranos del bien, ese libro alucinante de Alonso Sánchez Baute sobre cómo ese valle paradisíaco, enclavado entre la Sierra Nevada y la serranía del Perijá, cuyos habitantes eran todos parte de una gran familia unida, aislados del resto del país, integrados con la naturaleza; donde abundaban los mangos, los cauchos, las flores amarillas de los cañaguates, las aguas cristalinas del Guatapurí, las luciérnagas, el cantar de las ranas al atardecer y la alegría de sus juglares con sus acordeones, se pudo convertir, con el pasar de los años, “en semejante teatro de tragedias, donde el odio y la violencia son el pan de cada día”.
La ciudad donde crecieron juntos Ricardo Palmera y Rodrigo Tovar Pupo, convertidos en Simón Trinidad y Jorge Cuarenta, símbolos de la guerrilla y el paramilitarismo. “¿Por qué crees que esta ciudad fue capaz de abrigar dos odios tan portentosos y rotundos? Porque nos odiamos como hermanos, no hay odio más grande que el que produce el amor fraterno, matamos lo que más amamos, como hizo Caín con su hermano. Fuimos una sola familia que se traicionó, por eso la guerra hizo metástasis tan pronto puso su pie en estos terregales, fluctuando entre el odio más enfermizo y el amor más sentido”.
Sigue Palmera: “La política fue lo que echó a perder este pueblo. De la noche a la mañana, el Valle fue presa de la rapiña. Todo el mundo quería mandar, o al menos hacerse a su porción de vasija. Surgieron odios y resentimientos insospechados: hablar mal del contrincante suele causar heridas muy difíciles de sanar. Y el odio nació y el odio se alborotó y el odio hizo metástasis y el pueblo entero se convirtió en un avispero”.
Líbranos del bien fue publicado por primera vez en 2008, después de que Sánchez Baute ganara el Premio Nacional de Novela 2002 con Al diablo la maldita primavera, donde reconoce su identidad sexual y admite ser la “oveja rosa de la familia”, escandalizando a la sociedad pacata vallenata, donde Jorge Cuarenta es admirado por muchos porque “ha matado muchos y es un macho”, y Ricardo Palmera condenado por haber traicionado su “clase social”.
El libro escasea actualmente en librerías y ciudades, cuando lo deberían estar reeditando por miles porque nos cuenta nuestra propia historia, porque Trinidad y Cuarenta somos todos los colombianos, porque nos demuestra una vez más que las polarizaciones, el fanatismo y el odio no nos llevarán a ninguna parte, sino a derramar más sangre.
Sánchez Baute escribe: “Ni desaparecieron las desigualdades sociales por las que luchaban Simón Trinidad y Ricardo Palmera, ni terminó la violencia de esta guerra de odios que proyectaron Jorge Cuarenta y Rodrigo Tovar Pupo, esta guerra de odios que cada día cobra más adeptos, toda suerte de discípulos que aplauden complacidos la llegada de más muertos. La intolerancia sólo sabe de muertos, los soldados que luchan de uno u otro lado son idénticos”.
Jorge Tovar Pupo y Ricardo Palmera hubieran podido ayudar a Colombia desde otras trincheras. Tuvieron todas las oportunidades económicas y educativas para hacerlo. No es asesinando campesinos ni secuestrando empresarios como se logra la equidad.
Llegó el momento de la cordura. No más sangre. Necesitamos perdonarnos todos para iniciarnos en el camino de LA PAZ.