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¿Los derechos humanos de quién?

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Aura Lucía Mera
11 de noviembre de 2008 - 01:07 a. m.
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MIENTRAS PASA LA OBAMANÍA... Y SE decanta esta euforia de haber alejado todo lo que huela a Bush por mucho tiempo del panorama mundial, por mi mente desfilan imágenes de muchos años atrás, imágenes actuales y, ¿por qué no?, proyecta imágenes futuras. No se habla en los últimos días sino de los Derechos Humanos...

Como si estuviéramos descubriendo al fin que el agua moja. Y además lo hubiéramos descubierto con asombro y alegría. Me pasan flashes de episodios, se iluminan como farolas momentáneas para dar paso a otras luces... como farolas de carretera de alta velocidad. Se encienden y pasan veloces. Pero son nítidas. Y me pregunto simplemente: ¿estamos hablando de los Derechos Humanos de quién?

¿Qué pasó con los Derechos Humanos de Feliza Bursztyn cuando durante el gobierno de Turbay Ayala la encerraron en la Escuela de Caballería, la torturaron y la vejaron hasta el punto que se exiló en México, donde murió no mucho tiempo después de nostalgia y pavor? ¿Qué pasó con los Derechos Humanos del poeta Luis Vidales, a quien el ejército allanó su apartamento, lo zamarrearon y lo amenazaron de muerte y le revolvieron dejando tirados en el suelo sus papeles “comprometedores” que eran poemas? ¿Qué pasó con los Derechos Humanos de los desaparecidos del Palacio de Justicia, cuyo silencio cómplice ha avergonzado a Colombia durante más de veinte años?

¿Qué pasará? Averígüelo, Vargas. Extraña coincidencia que ahora que Bush pasa a la vergonzosa historia y sube Obama, estalle la ira contra las cúpulas militares. Que el Presidente forme un plan de contingencia, veeduría, informática y vigilancia para los soldados de la patria sobre sus actuaciones, minimizando que hasta hace unas pocas semanas se les recompensaba por sus "bajas". Extrañas y poco convincentes las declaraciones a Yamid Amat dadas el jueves pasado en CM& por el encargado de Derechos Humanos del Palacio de Nari. Extraño e inexplicable que el Ministro de Defensa no renuncie. Extraño que al descubrirse sin atenuantes lo de Soacha el Gobierno central las emprenda con el fiscal Iguarán, que ha resultado un señor de poca estatura pero de muchos cojones y ha sorprendido al país por no dejarse manipular como títere de Palacio. A lo mejor creyeron que debido a su baja estatura podría ser una marioneta fácil de dirigir. No sé.

¿Y qué pasa con los Derechos Humanos de los niños? ¿De las mujeres? ¿De los sindicalistas? ¿Cuántos Soachas más son necesarios para que se investigue a fondo violadores, maltratadores, abusadores sexuales y limpiadores sociales? ¿Qué pasa con los Derechos Humanos de los niños abusados por curas? ¿La Iglesia no tiene que decir nada al respecto?

Que yo sepa, los tan temidos y apaleados gobiernos de “izquierda” en Latinoamérica no tienen fosas comunes. O las tienen muy en secreto. Porque no he escuchado sobre las fosas venezolanas, ni las ecuatorianas, ni las brasileñas, ni las bolivianas. ¿O será que ninguno de esos temidos países tienen ningún barrio que se llame Soacha?

Pongámonos la mano en el pecho y, si somos capaces, preguntémonos con objetividad y honestidad: ¿Qué nos está pasando? ¿Que nos está pasando desde hace casi cien años? Esta es una tragedia colombiana, en que los actores vienen desde muchos tiempo atrás y provienen de movimientos oscuros, ilegales, pero también de los estamentos legales. No sigamos escondiendo el sol con las manos. Tenemos derecho, de una vez por todas, a la verdad. Todos tenemos velas en estos entierros.

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