No son solo los de la famosa Ley Emiliani, que a la hora de la verdad son una vagabundería. Este año el resignado san José se vio festejado dos veces. Como el festivo cayó en domingo, pues lo volvieron a celebrar el lunes. A lo mejor está feliz el carpintero, porque generalmente nadie le celebra nada. Pasó a la historia católica sin romperse ni mancharse, nadie sabe realmente quién fue.
Pero sigo con los puentes. Este país es “el más madrugador del mundo”, según no sé qué estudio, pero a la hora de la verdad el que menos trabaja o menos rinde. Por eso será que también figuramos como “el más feliz del mundo”, a pesar de toda la sangre derramada, la que se derrama y la que se seguirá derramando.
Vivimos de puente en puente, aunque ya no tengamos a dónde ir porque los puentes de verdad, los que pasan sobre ríos, abismos o quebradas se están cayendo y se seguirán cayendo. Si aquí nadie le para bolas a nada, muchísimo menos nos vamos a tragar el cuento de que “todos los puentes se revisan constantemente”.
De curiosa me puse a investigar los puentes que se han caído en Colombia y es como para ponerse a llorar o no volver a salir de la casa del pánico. Acabar en el fondo de un río, masacrado por las piedras de alguna quebrada o en el abismo insondable es más factible que volver sano y salvo. La lista es larguísima, aquí van algunos de los caídos o en riesgo que han merecido salir en una noticia de periódico o radio:
- Puente de la calle 106, en Bogotá.
- Puente de Guayepo, que une San Jorge con La Mojana, en Cesar.
- Puente del Charte, que comunica Yopal con Villavicencio.
- Puente Los Garzones, entre Montería y Cereté.
- Puente de Chirajara, uno de los más fotografiados.
- Puente del río Penderisco, en Urrao.
- Puente Mariano Ospina Pérez, a punto de colapsar, en El Zulia, Norte de Santander.
- Puente sobre el río Agüita, que dejó aisladas las veredas de Santa Rita, y Arenales, en Pueblo Rico.
- Puente Las Botas, en El Tambo, Cauca.
- Los puentes de Las Palmas, Jiménez, Chambacú, Benjamín Herrera y Román, en Cartagena.
- Puente entre Otanche y el páramo de Las Quinchas.
- Puente de La Locha, que conecta Maripí con Muzo.
- Puente Francisco José Peñaloza, en Suárez, Tolima.
- Puente entre Kennedy y Bosa, en Bogotá.
- Puente Rojo, en Calarcá.
- Puente Don Nicolás, entre Armenia y Calarcá.
- Puente Las Señoritas, que conecta Ataco, Chaparral, Rioblanco y Planadas.
- Puente de Occidente, en Santa Fe de Antioquia.
- Puente de La Reconciliación, entre Lejanías y El Castillo, Meta.
- Puente sobre el caño Parrado, en Villavicencio.
Como dirían en el Congreso los honorables: moción de suficiente información.
¡Auxilio! Yo, que me burlaba de un gran amigo porque se tapaba los ojos y se le iba la respiración cada vez que atravesaba un puente por pequeño que fuera, ahora le doy toda la razón. Tiemblo de solo pensar en volver a Manizales por ese viaducto empinado y soportado por unos palitos. Curvas y curvas ascendentes y descendentes que zanjan abismos.
Ojalá alguna institución seria nos informara de TODOS los puentes peatonales o vehiculares con un censo certero y completo, los que realmente son fiables y los que están hechos con babas porque el resto se lo roban los contratistas.
Además de los asesinatos, las extorsiones y los robos a mano armada, ahora es la infraestructura de este país —encerrado entre tres cordilleras, atravesado por ríos caudalosos y quebrado en toda su geografía— lo que está en peligro, porque a ciencia cierta no sabemos qué sucede con la malla vial. Sin trenes, sin aviones, sin carreteras y sin andenes, pretendiendo convertirnos en un país turístico por excelencia, chiste cruel si no fuera en serio.
De Cali ni hablo, llevamos no sé cuántos años con el puente de Juanchito, a ver si nos lo entregan chiviado. Me pregunto cómo serán los puentes en esas veredas escondidas de la Colombia olvidada. Para tener paz, así no sea total, necesitamos infraestructura vial, educación, deporte y honestidad, lo demás es cháchara o bullshit, para que lo entienda Biden.
Pienso en el Golden Gate, en los puentes sobre el Sena, en los de Ámsterdam, en los que conectan Brooklyn con Manhattan, en los levadizos de Fort Lauderdale a prueba de huracanes, en el de Bilbao, y me dan ganas de llorar al ver que hasta el minipuente sobre el río La Vieja se desbarató, curiosamente, cuando pasaban dos camiones de uniformados. En fin.