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INDIGNANTE, POR DECIR LO MEnos, el cubrimiento de los medios de comunicación, léase televisión y radio, de la liberación del sargento Moncayo.
Dos días transmitiendo paso a paso todos los pasos, como si se tratara de un campeonato de fútbol, a los gritos, rapándose la chiva, refritando anécdotas y datos sobre la vida y milagros del plagiado y su familia desde hace doce años.
Pero lo que ya rebasa la copa de irrespeto, la falta de profesionalismo, la prostitución de la labor periodística y muestra la mediocridad de sus corresponsales y locutores fue el martes en la tarde cuando el sargento Moncayo descendió del helicóptero para reencontrarse con su familia y con ese universo que había dado por perdido durante tantos años.
Irrespeto total hacia ese hombre demacrado, de color selva y ojeras de dolor. Irrespeto total al empujarlo para literalmente meterle los micrófonos por la boca, con preguntas tan fuera de tono y tan absurdas como “¿Qué siente?”, “¿Qué planes tiene para Semana Santa?“, “Cuéntenos cómo fue su cautiverio”, “¿Piensa seguir en el Ejército?”, “¿Qué mensaje le envía a Colombia?” y otras sandeces por no decir idioteces y adjetivos más fuertes.
Irrespeto ante el ser humano que llega después de doce años de sufrir vejámenes, enfermedades, heridas físicas y del alma. Irrespeto con sus familiares. Irrespeto con el país.
No sé qué opinen los dueños de las cadenas radiales y televisivas, a quienes lo único que les importa es tener la chiva, primicia o mensaje de última hora. A lo mejor no les importa un bledo ese ser humano frágil y conmocionado que descendía con lentitud, recién disfrazado de sargento, recién bañado, recién afeitado, como si en segundos se pudiera cambiar años de dolor. Como si se tratara de un actor que empezara su función.
No sé si la libertad de prensa consista en este libertinaje grotesco. No sé si el “fin” justifica los “medios”. No sé si atropellar el sufrimiento de esta manera es justificable. Lo único que sé es que no soy la única colombiana que sintió asco al ver el cubrimiento de estos dos últimos rescates. Ojalá en Colombia, como en todos los países civilizados, estos actos tan trascendentales se dieran a conocer solamente a través de comunicados oficiales de prensa, para no dar cabida a este espectáculo que venimos de presenciar. Que los locutores y cubridores televisivos tuvieran por lo menos una mínima dosis de dignidad, educación, manejo del lenguaje y tono de voz. Estridente. Irrespetuoso. Indigno. Repudiable. Estos son apenas algunos de los adjetivos para calificar este cubrimiento.
Felicitaciones a Piedad Córdoba. A su discreción y valor. Felicitaciones a la Cruz Roja Internacional. A La Iglesia católica. Al gobierno de Brasil. A los verdaderos artífices de la libertad de estos hombres cuyo único pecado fue cumplir con su deber. Fuera de tono los chillidos histéricos de Frank Pearl porque un medio estuvo presente en el rescate. Como si el rescate en sí fuera lo de menos. Como si el Gobierno se sintiera ofendido por estas liberaciones y apenas a regañadientes celebrara su éxito.
Qué vergüenza.
P.D. Bien por la elección de Noemí de su fórmula vicepresidencial. Buen viento, buena mar.
