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Me desperté...

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Aura Lucía Mera
13 de octubre de 2020 - 03:00 a. m.
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Y el dinosaurio seguía allí... Este cuento de Tito Monterroso, ese extraordinario escritor de origen hondureño, luego ciudadano guatemalteco, para mí el mejor cuento de la literatura, que permite a la imaginación convertirlo en novela histórica, autobiografía, ciencia ficción, investigación antropológica y lo que se quiera, porque su premisa abre la puerta infinita de la creación literaria, casi como si Cervantes se hubiera detenido en “...aquel lugar de la Mancha”, de cuyo nombre no quería acordarse...

Abro espacio para los recuerdos de infancia y descubro que las noches y entrar al mundo de los sueños eran mi universo preferido... Mi mundo infantil, tal vez debido a mi imaginación desbocada estaban plagados de dinosaurios que estaban esperándome siempre al despertar... esas gitanas que me iban a raptar si no me comía todo lo que había en el plato, los regaños matutinos por haberme hecho de nuevo pipí en la cama y amanecer en un charco amarillo que flotaba encima del hule azul... el pánico de salir a patinar en el andén de la casita en Teusaquillo porque si me caía las enfermeras de la clínica La Magdalena asomadas a la ventana se iban a burlar...

Ya viviendo en Cali los dinosaurios eran otros... Las monjas de bigote y olor a rancio que me esperaban en el colegio... el terror al enterarme de que las almas se caían al infierno como las hojas de los árboles en el otoño si pecaban y todo o casi todo era pecado... la taquicardia de los despertares de sábado, cuando repartían las notas, y yo tenía los guantes sucios, el corbatín torcido y esa certeza escalofriante de que me iban a dejar castigada toda la tarde haciendo planas porque me había “portado mal”... Saber que ya me habían diagnosticado: “La niña tiene el diablo adentro... hay que llevarla a bendecir...”.

Las noches eran mi paraíso... cerraba los ojos y se abría un mundo mágico... volaba por las alturas alcanzando las nubes, mirando hacia abajo valles y montañas de un verde esplendoroso... O tenía la capacidad de hacerme invisible y así nadie me podía hacer daño... Las ramas de los árboles se convertían en casas y allí tenía mi cuarto... En mis sueños no había dinosaurios... Una mañana no tuve dinosaurio... Era el ratón Pérez que estaba detrás de la puerta y me sonreía vestido de rayas con unos dientes divinos...

Ya en la adolescencia los dinosaurios se convirtieron en titulares de prensa que hablaban de muertos y violencia... conservadores mataban a liberales y viceversa... Dinosaurios rojos y azules... Mi papá nos escondía las páginas rojas del periódico para evitarnos ese olor agrio de la sangre... yo las encontraba y las leía al escondido... Ya los sueños cambiaban... a veces pesadillas negras me despertaban... manadas de toros feroces me perseguían... sin embargo, muchos seguían llenos de magia y colores.

El resto de mi vida los dinosaurios han seguido creciendo... los despertares más complejos... violencia, guerrillas, masacres, desplazamientos, paramilitarismo, corrupción, polarizaciones políticas enquistadas como tumores podridos, pobreza, inequidad, narcotráfico... dinosaurios que se repiten y repiten... cada día más asqueantes y amenazadores. Pero que ya no asustan... se convirtieron en habitantes permanentes del diario vivir... Y el que se atreva a contradecirlos paga con su vida... Ellos tienen el poder...

Me escapo al despertar y los esquivo a través de los libros que logran el milagro de espantarlos, página a página. Ellos me sostienen esa frágil cordura emocional. Los libros, mis hijos, mis nietos y mis amigos de vida y de alma impiden que me derrumben el asco y esa sensación de impotencia absoluta ante la demencia abrumadora y socavante.

Todavía me refugio en los sueños... esa vida paralela que me equilibra... y escojo nuevos dinosaurios... o les hago el quite. Y siempre estarán allí. No los puedo cambiar. La pandemia me abre nuevos horizontes interiores. Los que necesito para seguir caminando ilusionada hacia un nuevo amanecer.

PD. Como en la Ítaca de Kavafys... “No deben asustarte lestrigones ni cíclopes ni airado Poseidón... que no te saldrán en el camino si piensas alto. Si unas emociones escogidas te llenan alma y cuerpo...”. De esta forma no me importa abrir los ojos y que el dinosaurio siga allí.

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luis(89686)13 de octubre de 2020 - 05:32 p. m.
Me desperté y el monstruo estaba ahí: en el Ubérrimo frente al micrófono lanzando fuego por sus fauces.
Dario(7059)13 de octubre de 2020 - 05:25 p. m.
Mucho dinosaurio en este Pais que apaga nuestra existencia; felicitaciones por tan magnifico escrito .
Carlos(58915)13 de octubre de 2020 - 04:10 p. m.
Es una realidad y mas en esta época
Hernan(7821)13 de octubre de 2020 - 04:05 p. m.
Este Atenas si es de los tontos de la bodega uribestia.
Jacqueline(10525)13 de octubre de 2020 - 03:15 p. m.
La literatura por ventura es el reflejo de la realidad, ahora o en cualquier tiempo del existir. Es interesante la analogìa y còmo en la medida de la madurez de las personas asociamos esos miedos, muy pocos infundados, la mayorìa reales, pues es el resultado de la realidad. Muy bien Aura Lucìa por este vìnculo tan importante que haces.
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