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Me quito el sombrero

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Aura Lucía Mera
10 de febrero de 2009 - 04:00 a. m.
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ME LO QUITO CON RESPETO Y ADMIRación ante Piedad Córdoba. Gracias a su insistencia, a su terquedad, a su irreverencia  respecto a los áulicos, los poliuribistas, los fanáticos de ultraderecha, los que les importa un c... las liberaciones de los que están pudriéndose en la selva.

Desgraciadas las declaraciones en Semana del polluelo Uribito Arias, quien afirma sin que le tiemble la vocecita que “nadie podrá olvidar en Colombia la imagen de Piedad con la boina roja de guerrillera...”, en vez de caer en la cuenta de que lo que nadie en Colombia podrá olvidar son sus gestiones amañadas como las de Carimagua, su indiferencia real ante los verdaderos problemas del campo, sus ambiciones desbocadas de pajecillo venido a más. Ojo señor Arias, que alguien le regale un espejo de cuerpo entero para que se vea su verdadera dimensión.

Desgraciadas las declaraciones de periodistas sesgados de mente y estrechos de ideas al calificar o descalificar a la senadora Córdoba por lo que haga o deje de hacer. Desgraciadas las actuaciones del Gobierno Central, que al no tener la pantalla en estas últimas liberaciones casi echan todo a la basura, léase al fracaso, y condenan a la muerte y al olvido de nuevo a seres humanos tan o más dignos que algunos que ostentan el poder. Desgraciadas las polarizaciones que parecen ser todavía el reducto de los atavismos con que nacimos, como marca del pecado original,  de odios entre conservadores y liberales, que le han costado al país millares de muertos.

La senadora Piedad Córdoba merece respeto. No solamente porque ha tenido las agallas, los pantalones, los cojones o como quiera llamársele, de desafiar tempestades, vientos huracanados, mares de leva y tsunamis para que sea posible la libertad de muchos. Porque ha recorrido las selvas, se ha tirado de los helicópteros, se ha jugado la vida, se ha comprometido con la Paz y la Libertad, de verdad. No a través de papeles firmados en cómodos sillones de oficinas burocráticas, ni de cocteles en clubes privados donde en vez de turbantes se usan corbaticas de colores suaves y puntitos, o sastres de marca con collares enroscados en los cuellos. No. Piedad se ha untado. Untado hasta el fondo. Porque se atreve a pensar diferente. Porque se atreve a presentar alternativas. Porque no se deja poner el bozal.

Me quito también el sombrero ante Alan Jara y Sigifredo López. No los conozco personalmente. Soportaron el asedio inmisericorde de la prensa morbosa y torpe. Y se atrevieron. Se atrevieron a decir lo que piensan. Lo que muchos pensamos, así nos caigan rayos y centellas. Sus opiniones y planteamientos no fueron del gusto de los que sólo quieren oír aleluyas y alabanzas. Pero ellos saben que nada pierden. Que ya perdieron parte de su vida atrapados como ratas en medio de la selva. Vivieron y comieron muerte. No se venden ya por alguna lisonja o por quedar bien.

Nada de síndromes de Estocolmo ni mamarrachadas envueltas en sofismas de distracción y premisas falsas. Valientes ante la muerte, ante el cautiverio, ante el dolor, ante el hambre, ante la injusticia y la indiferencia. Ojalá estas declaraciones, y la actitud de Amigos por la Paz con la colaboración de Piedad abran nuevos caminos y traigan nuevos aires a este país ya un poco asfixiado de aires viciados y tufillos no sanos. Que las aspas del molino de la historia sigan girando. Que dejemos la polarización y abramos la mente, si no a las ideas, por lo menos al respeto. No más farsa de sanedrines ni rasgamiento de vestiduras. Sacudámonos de una vez.

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