Sí, voy en contravía. No me arrepiento. No pienso leer En agosto nos vemos, la “póstuma obra de Gabriel García Márquez”, que no creo que él la hubiera permitido publicar. No acuso a nadie ni voy a juzgar.
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Sí, voy en contravía. No me arrepiento. No pienso leer En agosto nos vemos, la “póstuma obra de Gabriel García Márquez”, que no creo que él la hubiera permitido publicar. No acuso a nadie ni voy a juzgar.
¿Por qué no la leo? Porque me parece una falta de ética de sus hijos publicarla. Porque me parece una falta de ética de los editores editarla. Porque me parece una falta de ética toda la propaganda que se le está haciendo. Todos los artículos, entrevistas, bombos y platillos con los que se está promocionando. En fin. Me parece una falta de respeto con este gigante de la literatura universal.
No “compro” las explicaciones que nos quieren vender. No considero que este librito sea el homenaje póstumo a GGM. Ya con La despedida, libro sobrio y respetuoso escrito por uno de sus hijos, estaba dicho todo.
Tuve la fortuna de organizar y acompañarlo a Estocolmo. Como directora del Instituto Colombiano de Cultura, guiada por la sabiduría y el profesionalismo de Gloria Triana, el apoyo de Álvaro Cala, como presidente de Avianca, quien nos prestó un jumbo para llevarnos y traernos, cargado de los más importantes grupos folclóricos de Colombia, piezas del Museo del Oro, obras de los pintores más representativos como Botero, Obregón y Grau, la ayuda de Pedro Felipe Valencia, presidente de la Asociación de Cafeteros, Artesanías de Colombia, por nombrar algunos quijotes que hicieron realidad este sueño, y la venia del presidente Belisario Betancur.
Todavía retumban en mi cabeza los aplausos eternos de los 1000 invitados al banquete real, la emoción de la reina y ese calor tropical que inundó el salón, mientras afuera el termómetro marcaba veintidós grados bajo cero.
La oportunidad de estar cerca de él, y observar su personalidad austera, casi podría decir que tímida ante el boato y admirar ese cerebro privilegiado que jamás cometió un error de sintaxis y tenía la historia de Colombia en su cabeza. La dignidad también austera y sabia de Mercedes.
No quiero leer este retazo, esas palabras hilvanadas ya cuando su memoria se esfumaba. Él jamás lo hubiera permitido. Su integridad se lo hubiera prohibido.
Pero el afán comercial en este planeta maldito por la ambición del dinero lo compra todo. Y por más esfuerzos que hagan sus promotores, saben en el fondo de sus conciencias que lo están traicionando. Si es que les queda un átomo de conciencia.
Me duele el alma. Tengo la garganta apretada y mucha, mucha rabia, no lo niego. Pienso en La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba. En Isabel viendo llover en Macondo, en El general en su laberinto, en esos Cien años de soledad pidiendo una segunda oportunidad sobre la tierra, y me dan ganas de llorar.
Gabriel García Márquez, para mí, seguirá rodeado de mariposas amarillas. Recordaré siempre a Úrsula cuando empezaba a escribir papelitos para recordar las cosas (tal vez un fatal presentimiento), a Remedios volando.
No, no voy a leerlo. No me quiero contaminar.